XXXI Marcha a Rota

martes, 25 de mayo de 2010

CRISIS CAPITALISTA MUNDIAL.


Las causas de fondo de las recurrentes crisis financieras globales.
Graves crisis financieras globales se han venido sucediendo década tras década: por mencionar las últimas más relevantes indiquemos el desplome de 1987, la crisis financiera asiática de 1997 y la crisis crediticia del 2007. Esta recurrente pauta ha sido generada por la total desregulación financiera a escala planetaria. Las causas de fondo han sido siempre la hegemonía del dólar y el Consenso de Washington.
El caso de Grecia.
Siguiendo un erroneo asesoramiento neoliberal y fundamentalista de mercado, Grecia, abandonó su moneda nacional, el dracma, a favor del euro en el 2002. Esta paso, criticamente cargado de consecuencias, permitió al gobierno griego, en un principio, beneficiarse de la fortaleza del euro- no derivada de la fortaleza de la econmía griega, sino de la fortaleza de las economías más fuertes de la eurozona- para contratar préstamos a tasas de interés más bajas, respaldadas con los activos griegos denominados en euros. Con nuevo crédito disponible, Grecia se emborrachó con el gasto financiado por la deuda, con proyectos de elevado perfil, como la Olimpiadas de Atenas en el 2004, que dejaron a la nación griega con una enorme deuda soberana pero no en su moneda nacional. Estos empréstitos públicos en tiempos de auge significaban una manifiesta distorsión de las políticas económicas keynesianas de financiación del déficit, consistente en enfrentarse a las recesiones ciclicas respaldándose en los excedentes acumulados en los ciclos de auge. Lo que hizo Grecia fue lo contrario, es decir, acumular masivamente deuda mientras se hinchaba su burbuja económica inducida por la deuda.
La trampa del euro.
Al adoptar el euro, una moneda gestionada por la política monetaria del suprenacional Banco Central Europeo (BCE), Grecia abdicó voluntariamente de su soberania en materia de política monetaria nacional, y eso en la confianza, falsamente confortable, de que una política monetaria supranacional diseñada por las economías más robustas de la eurozona funcionaria también para una Grecia endeudada hasta las cejas. Como estado miembro de la eurozona, Grecia puede ingresar y tomar prestados euros sin verse afectada por tasas de cambio, pero no puede emitir euros aun a costa de una inflación. La incapacidad de emitir euros expone a Grecia al riesgo de quiebra de la deuda soberana en caso de déficit fiscal prolongado, y la deja sin opciones abiertas a una solución monetaria nacional independiente, como es la devaluación de la moneda nacional.
A pesar de la verborrea sobre el euro como incipiente alternativa al dólar como moneda de reserva, el euro no es en realidad sino otra moneda derivada del dólar. A pesar de que el PIB de la Unión Europea es mayor que el de los EE.UU, el dólar sigue dominando aun los mercados financieros en todo el mundo como moneda de referencia a causa de la hegemonía política del dólar, que exige la denominación en dólares de todas las mercancías básicas. El petróleo puede comprarse con euros, pero a precios sujetos al valor de cambio del euro en relación con el dólar. Ocurre, simplemente, que la Unión Europea, no posee el poder geopolítico que los EE.UU vienen teniendo desde el final de la II Guerra Mundia.
La hegemonía del dólar y el Consenso de Washington.
El crecimiento económico bajo la hegemonía del dólar exige que las naciones que participan en los mercados sigan las reglas del Consenso de Washington, un termino acuñado en 1990 por un economista llamado John Williamson, para resumir la sincronizada ideología de los economistas del Establishment radicados en Washington, una ideología que fue considerada un cuarto de siglo como evangelio de las reformas económicas indispensables para el crecimiento en una economía de mercado globalizada. Pero ha sido esa ideología la que ha metido a buena parte del globo en crisis financieras recurrentes. El Consenso de Washington ha pasado a ser sinónimo de la doctrina del neoliberalismo globalizado o fundamentalismo de mercado y a describir un conjunto de prescripciones políticas universales fundadas en principios de libre mercado y disciplina monetaria.
Vuelve la pugna entre el capital y los salarios.
El equilibrio monetario sin pertubaciones inflacionarias ha de lograrse manteniedno los salarios bajos y a través del desempleo estructural. Las bolsas de pobrezas en las periferias se consideran como el precio necesario para la prosperidad del mundo de los ricos. Dogmas de esta naturaleza confieren al desempleo y a la pobreza, verdaderas catástrofes económicas y humanas, una inmensa aurea de respetabilidad conceptual del sistema. La intervención del Estado ha sido siempre usada para disminuir el poder de los trabajadores en el mercado a favor del capital y favorecer mecanismos de mercado descaradamente predatorios.
El conjunto de reformas prescritas por el Consenso de Washington ( las ordenes del Imperio) se componen de diez directrices: 1) disciplina fiscal; 2) reorientación del gasto público hacia áreas que ofrezcan rendimientos económicos elevados; 3) reformas fiscales para bajar los tipos marginales y ensanchar la base fiscal; 4) liberalización de los tipos de interés; 5) tasas de cambio competitivos; 6) liberalización del comercio; 7) liberalización de la inversión exterior directa; 8) privatización; 9) desregulación; y 10) afianzamiento de los derechos de propiedad privada.
Los Estados abdican de sus responsabilidades.
Estas directrices viene a sumarse a una reducción generalizada del papel central del Estado en la economía, de su primaria obligación de proteger a los débiles frente a los fuertes, de fuera y de dentro. El desempleo y la pobreza se ven entonces como fenómenos temporales, morralla transitoriamente caída en el proceso de selección natural de los mercados, efectos inevitables de una evolución económica que, a largo plazo ( según los dogmas establecidos) generará una economía más robusta.
Los economistas neoliberales argumentan, en su aberración, que el desempleo y la pobreza, plagas económicas letales en el corto plazo, pueden traer consigo beneficios macroeconómicos en un plazo largo. Hay gente inhumana para todo: también algunos historiadores ( al servicio de los poderes económicos) arguyen que la Peste Negra (1384) tuvo consecuencias beneficiosas a largo plazo para la sociedad europea. Y ello es debido, según estos "señores", a que como consecuencia de la resultante escasez de fuerza de trabajo empujó, a corto plazo, al alza de los salarios a mediados del siglo XIV, y el súbito incremento de la mortalidad trajo consigo una sobreabundancia de bienes, lo que hizo que se desplomaran los precios. Estas dos tendencias provocaron casualmente un incremento del nivel de vida de los supervivientes. Sin embargo, la escasez de mano de obra, oor otro lado, causada por la Peste Negra forzó a los terratenientes a frenar el proceso, ya iniciado, de liberación de los siervos y a extraer más trabajo de ellos. En reacción a ello, los campesinos se sirvieron en muchos frentes de su crecido poder de mercado para exigir un tratamiento más equitativo o para aligerar las cargas hasta entonces soportadas. Frustados, los gremios se rebelaron en las ciudades y los campesinos se rebelaron en el campo. La Jacquerie francesa en 1358, las revueltas campesinas en la Inglaterra de 1381, la rebelión Catalana de 1395, así como otras muchas revueltas en Alemanía, muestran hasta que punto llegó la mortalidad de la Pesta Negra a quebrantar las relaciones económicas y sociales tradicionales.
El neoliberalismo a semejanza de aquellos acontecimientos de la Edad Media ha generado en el último cuarto de siglo una situación que se traduce en violentas protestas políticas en todo el globo. Pero al menos la plaga bubónica fue desencadenada por la naturaleza y no como ahora por una idea ideológica fija de procedencia humana. Y el neoliberalismo mantiene a los trabajadores en el paro vivos con ayuda de subsistencias muchas veces denigrantes, al tiempo que conserva una perpetua reserva de trabajo excedente para evitar que los salarios suban a causa de la escasez de fuerza de trabajo, lo que significa tanto como eliminar los crueles beneficios que a largo plazo produjo la Peste Negra. Cuando el pueblo llegue a tomar conciencia de tanta arbitrariedad y atropellos sociales habrá de llegar un día en el que haya de acabar con todo ello.

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