
Miércoles, 21.03.2012
Category: Cultura, Portada
Zarzuelo Cabañas
“La primera vez pensó que era un descuido. Tal vez al pagar el desayuno le dieron mal el cambio, o se le cayó un billete al sacar el dinero. La segunda vez se dijo que no podía ser un descuido. Repasó los gastos que había tenido desde que la mañana anterior sacase dinero del cajero automático. No cuadraban las cuentas, faltaban veinte euros.”
En días posteriores las pérdidas de dinero continuaron, no había que ser muy listo para unir los puntos que llevasen al causante. El dinero había empezado a volatizarse a partir de contratar a la sudamericana que tres veces por semana viene a limpiar la casa. Hallado el culpable, rápido se ha de ejecutar la sentencia, sin posibilidad de defensa alguna, y mucho menos con la patética, “Yo no he sido.”
Pero tras el despido del inmigrante continúan las pérdidas, cada día desaparecen cuantías mayores de dinero, así como de joyas. Lo cual no es un hecho aislado, puesto que todos los vecinos del barrio denuncian hechos más o menos similares. Tras la pasividad de la policía en defensa de la propiedad privada, deciden defender lo que es suyo, pues bien saben quiénes son los autores. En ausencia de moros, rumanos, albano-kosovares, etc, los delincuentes no hay que buscarlos muy lejos, son los gitanos que residen de manera ilegal en barriadas próximas al barrio. Ante el más que posible derramamiento de sangre, el delegado de gobierno, decide actuar. La policía nacional a primeros de mes desaloja la totalidad de viviendas, llevando a cabo su derrumbamiento, así como más de la mitad de los gitanos varones mayores de dieciséis años son llevados a disposición judicial.
Una tarde llegó su marido apesadumbrado, apenas logró decir de manera escueta, “Me han despedido”, frase que en las semanas siguientes fue la habitual en gran parte de las casas del barrio. Epidemia que según supieron por los telediarios se había contagiado al resto del país. Fue entonces, cuando de manera global, diagnosticaron el agente causante y administraron el tratamiento adecuado: Un cambio de gobierno.
Pero el cambio de gobierno no les devolvió su dinero, ni sus joyas, ni su trabajo, sino que además, para su sorpresa, se llevo a cabo el desalojo de aquello, “Qué era únicamente, propiamente, nuestro. Nuestra vida”, la expulsión de su casa. Tras ello la gran masa empezó a culpar a los bancos, a denunciar su usura, su codicia, sus técnicas especulativas, sus medidas abusivas. Sumergidos en el escepticismo tomaron dos medidas, por una parte se reunieron para evitar los desahucios de los vecinos que aun tenían casa, y por otra, reclamaron en la calles por la dación en pago.
Y mientras se conseguía evitar algún que otro desalojo y los bancos prometían el ejecutar aquella buena practica, empezaron a desparecer colegios, centros de salud, servicios sociales, de modo que cuando llevó a su hijo al colegio, le pidieron dinero, y cuando fue a la consulta del médico para que le recetará un tratamiento, le dijo que aquello no lo cubría el seguro.
Fue entones cuando aquella masa de individuos pobres, desempleados, desahuciados, iletrados y enfermos que recorría la vieja europa, descubrió el origen y causa de su situación: el capitalismo. Decidiendo por tanto, el ir violentamente contra el sistema y orden existente. Puesto que nada tenían que perder, ¡Y todo un mundo por ganar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario