Martes 28 DE FEBRERO DE 2012
¿Tándem oligárquico?
Extraído del artículo ¿Qué nos impide elegir un futuro digno?
Guennadi Ziugánov
Pravda
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
El regreso del fantasma de los 90
¡Gracias por su voto! Mijail Prójorov
Los planes reales de Putin difieren cardinalmente de su retórica de campaña, dirigida a los electores. Pareciera como si el primer ministro y su oficina de campaña contasen con que los ciudadanos no fueran a conocer el contenido de los artículos, a los que el propio Putin define como programa electoral. No es casualidad que no comparta sus tesis principales con la opinión pública: tampoco es casual que las silencien los informativos de la televisión y las personas de confianza de Putin. En la práctica, el programa de Putin representa un apego al liberalismo, más radical si cabe que en los tiempos de Yeltsin y Gaidar.
En el mencionado anteriormente artículo sobre la “nueva economía”, que supuestamente necesita Rusia, Putin afirma: “todos los productores de artículos industriales deben tener claro que la época de los mercados nacionales ya ha pasado. Ya no va a haber cómodos nichos. En la producción altamente tecnificada, solo hay un mercado, el mercado global. Al mismo tiempo, delibera sobre la absoluta no competitividad de la industria rusa, sobre su incapacidad de competir en ese mismo “mercado global”. El Estado, en palabras de Putin, no tiene pensado ayudar a ponerse en pie a la economía nacional. “En la diversificación de la economía no podemos resguardarnos en políticas proteccionistas”, declara Putin, al referirse al hecho de que el respaldo estatal a la reanimación de la industria rusa, está excluido.
Pero los años de gobierno de Putin nos han convencido de que la oligarquía tampoco lleva intención de invertir sus capitales para levantar la industria rusa. Según la lógica del gobierno, se deduce que la industria nacional de Rusia está condenada. Y aquellos que gobiernan el país con su inacción e indiferencia solo contribuyen a que los productores extranjeros terminen de desplazar a los nacionales. Pronto abarcarán por completo el mercado ruso. Lo que se traduce en una pérdida de millones de puestos de trabajo y el sucesivo empobrecimiento de la mayoría de los rusos. Nosotros los comunistas, proponemos la nacionalización de la propiedad de los oligarcas como el único medio, que nos va a permitir salir de este círculo vicioso y destructivo. Putin plantea directamente lo opuesto: asegurar a la industria rusa que va a seguir degradándose y muriendo.
Al tiempo que hace grandilocuentes declaraciones sobre la injusticia de la privatización, en la práctica Putin se prepara para continuarla y terminar cuanto antes el trabajo de vender la propiedad estatal, iniciado por sus predecesores. En ese mismo artículo, proclama: “Considero posible hasta el 2016 reducir la participación del Estado en algunos sectores de la industria de la extracción y culminar el proceso de la salida de capital de las grandes compañías que no pertenecen a dicho sector”. Es decir, contrariamente a esas públicas promesas de modernización y renuncia de la nefasta dependencia de la industria de la extracción, que amenaza con conducir a Rusia a la bancarrota en caso de que se produjera un descenso en el precio del crudo, al Estado parece no interesarle nada que no sean oleoductos.
Al prometer entregar a los oligarcas los restos de los activos estatales, Putin dibuja un plan, según el cual esa misma oligarquía se va a ver completamente liberada de su responsabilidad ante la sociedad y el estado: “Es imprescindible modificar toda la ideología del control estatal sobre la actividad del mundo de los negocios, reduciendo drásticamente esas funciones. La nueva estrategia debe basarse en la presunción de buena fe del mundo de los negocios; partir del hecho de que la creación de las condiciones para la actividad de empresarios escrupulosos es más importante que los posibles riesgos, relacionados con una conducta inadecuada”. Tras esas frases rebuscadas se oculta en la práctica la promesa de inviolabilidad de la oligarquía y grandes propietarios, cuyos intereses se colocan por encima de los intereses del pueblo, incluso aunque sus actos vayan en perjuicio de éste.
El gobierno muestra elocuentemente como su política se aleja de los intereses nacionales de Rusia, poniendo al país en dependencia directa de esa misma “economía global”, que se desliza hoy hacia una crisis sistémica y que tan necesitada está de una entresaca de nuevos mercados, en especial del ruso.
Recientemente, nuestro gobierno firmó el acuerdo de ingreso de nuestro país en la Organización Mundial de Comercio. Entre las condiciones de ese acuerdo está la reducción a la mitad de los subsidios estatales al sector agropecuario ruso, así como de las tarifas arancelarias para la importación de artículos extranjeros, lo que según los cálculos de los especialistas, amenaza con una drástico descenso de la producción nacional en una serie de sectores rusos. Prácticamente esos planes contribuyen a acabar con nuestros productores, quienes muy pronto deberán ceder por completo el mercado a los competidores externos. Y eso no solo amenaza con arruinar y acabar con multitud de empresas, sino que supone una amenaza directa para la seguridad alimentaria de nuestro país, cuya supervivencia va a depender exclusivamente de las importaciones. Cuando la coyuntura de la extracción empeore y los precios del petróleo bajen, algo inevitable en los próximos años, el país será incapaz de hacer frente al pago por las importaciones y se verá condenada al déficit de productos de alimentación y de medicamentos.
Tándem oligárquico
Las últimas dudas de que él, Putin, es ante todo el candidato de la oligarquía, portavoz de sus intereses y de su ideología ultraliberal, quedaron disipadas a comienzos de febrero, en su encuentro con los estudiantes de la Academia de Derecho de Moscú. Aquí confesó sus simpatías hacia otro candidato a presidente, el multimillonario señor Prójorov, quien ocupa el tercer lugar entre los hombres más ricos de Rusia y el 32º entre los más ricos del mundo. “Mijaíl Dmitrévich Prójorov, es un hombre moderno, sincero, que a mi modo de ver quiere de verdad mejorar la situación económica. Sus propuestas económicas son bastante liberales; de un modo u otro, las podremos aplicar”, confesó Putin.
Se desprende pues, que en caso de retornar al sillón presidencial, lleva la intención de llevar a cabo las propuestas de ese mismo oligarca, que llamaba a introducir en Rusia la semana laboral de 60 horas, y a facilitar lo máximo posible a los empresarios el procedimiento de despido de los trabajadores por cuenta ajena. A ese mismo señor Prójorov, quien para justificar la indecente privatización, manifestó hace unos días en tono cínico, en un encuentro con la juventud de Ekaterimburgo, que en Rusia “todos roban”. Y en respuesta a la pregunta de si van a ser revisadas las decisiones ilegítimas, que permitieron a los oligarcas apoderarse de la mayor parte de las riquezas de Rusia, se destapó con arrogancia: “Hemos pasado página y puesto el punto final”.
Esa gran seguridad que tienen los oligarcas de que no van a tener que responder ante la sociedad, de que pueden despreciar la opinión de los ciudadanos de Rusia, de ese casi 90%, que según los estudios sociológicos, se muestran partidarios de nacionalizar el sector de las materias primas, se basa precisamente en el respaldo que tienen por parte del gobierno. En ese apoyo, que el mismo Putin subscribe directamente en sus artículos.
Eso explica, el hecho de que los medios que están bajo control del gobierno, además de con Putin, se muestran claramente benevolentes con Prójorov, presentándolo, después de Putin, como la imagen del nuevo político, intentando a toda costa inflar su apoyo electoral. Un apoyo que por definición no debería de ser relevante en un país donde 9 de cada 10 personas tiene una visión negativa de los oligarcas. Parece que el gobierno está interesado en el mayor éxito posible de Prójorov en las elecciones, lo que permitiría, visto en perspectiva, que si Putin se convierte en presidente, pondría al oligarca al frente del gobierno, para comenzar un proceso de traspaso a la oligarquía, no solo del poder económico, sino también del poder político en el país.
Precisamente de ese escenario, como del más probable, hablan hoy muchos politólogos y periodistas. La valoración positiva que hace Putin de Prójorov y la coincidencia parcial de las tesis programáticas ultraliberales de estos candidatos, indican que sería un escenario más que probable. Aparte de eso, Putin es consciente de que el recurso de su poder personal, es en cualquier caso limitado. Pero la única variante realmente admisible, de renuncia al poder para él, sería cedérselo a un representante del clan de los oligarcas.
De modo que la participación de Prójorov en la actual campaña se puede considerar como una puesta a punto, un “rodaje” del posible futuro sucesor de Putin. Y su participación conjunta en estas elecciones, cabe entenderla como una posible formalización de un nuevo tándem, mediante el cual se planea continuar ejecutando las políticas del capitalismo salvaje, que condenan a Rusia al papel de proveedor de materias primas en decadencia, y en última instancia a su destrucción.
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