Un articulo de Angel de la Cruz
En Martín (Hache), película del gran director argentino Adolfo Aristarain, Martín (interpretado por el siempre elegante Federico Luppi) tras soltar una retahila de insultos a los fachos, decía que hay que reconocer que son muy inteligentes. Así es. Mientras la izquierda se ha dedicado a tocar el violín, el fascismo ha sabido interpretar magistralmente el contexto de nuestra historia cada vez que ha tocado. Tanto es así, que el lector inocente y bondadoso se echará las manos a la cabeza y pensará que quien escribe estas líneas es un radical y un extremista, puesto que fascismo es Hitler masacrando judíos o Franco fusilando republicanos, y eso obviamente no pasa hoy en día.
Por norma general, el fascismo surge o resurge en las crisis, se alimenta y se aprovecha de ellas presentándose como una solución, cuando no es directamente impuesto y azuzado por su hermano mayor: el capitalismo. Su meta es el totalitarismo, la abolición de los derechos y libertades más básicas de los ciudadanos como pueden ser la libertad de expresión, el sufragio universal o la oportunidad de pertenecer a un partido y por tanto de participar en la vida democrática. Su mensaje se nutre del populismo y una fina demagogia capaz de presentar la abolición de un sistema democrático como una regeneración democrática, por ejemplo. Sus métodos son el militarismo, la tortura, el secuestro, el asesinato y en definitiva la violencia represiva, como vimos en el Chile de Pinochet u otras tantas dictaduras apoyadas cuando no ejecutadas directamente por los Estados Unidos.
Hoy en día, las metas y los mensajes siguen siendo los mismos, pero los métodos no. He aquí la clave del éxito del fascismo del siglo XXI, que ha sabido cambiarse de chaqueta y de careta las veces necesarias parar adaptarse a los nuevos tiempos. A día de hoy sería impensable que un Gobierno sacara los tanques a la calle y se liara a disparar de forma indiscriminada contra manifiestantes pacíficos (aunque en algunos lugares sigue pasando), básicamente porque las maneras de ese fascismo ortodoxo están socialmente condenadas. Esto lo han sabido leer perfectamente los fachos, por eso tomaron la inteligente decisión de cambiar los fusiles, los tanques, las cárceles y en definitiva el dominio militar por un dominio mucho más temible, más poderoso: el dominio de la mente.
De nuevo, el lector inocente y bondadoso se echará las manos a la cabeza y se preguntará que cómo va a ser posible tamaña barbaridad, cómo va a ser posible que gente de bien asimile el discurso del fascismo. Pues bien, es posible del mismo modo que hace siglos era posible acusar de hereje a cualquiera que dijera que la Tierra era redonda. Es posible porque el Poder tiene unos mecanismos finísimos para meter en nuestras cabezas la verdad institucionalizada, lo que se conoce como el pensamiento único. Antaño esa verdad institucionalizada, ese pensamiento único era Dios o la Patria, hoy es la Competitividad. No hay más opción que el neoliberalismo, no hay más opción que el ajuste, no hay otra alternativa nos repiten en todas las cadenas de televisión, en todos los programas de radio y en toda la prensa escrita. Estos son, los medios de comunicación o mejor dicho de propaganda, el primer y más eficaz instrumento para perpetuar el sistema dominante. Ya lo dijo Goebbels, insigne fascista alemán: una mentira repetida mil veces se convierte en una gran verdad.
Antes obligaban a beber cicuta o colocaban a un Caudillo encargado de reprimir a la disidencia, hoy directamente eligen a dedo a un tecnócrata de presidente como en Grecia o Italia para que ejecute las directrices de los europeístas de salón que aparte de meternos en la crisis ahora nos impiden salir de ella. Cuando asesinaban o reprimían, la gente protestaba o al menos se daba cuenta de que se estaban cometiendo injusticias, hoy no. Han conseguido, entre aplausos y votos, lo que consiguieron en el siglo XX a base de cárcel y fusilamientos. Nos han despojado de la mayoría de nuestros derechos y libertades, el resto las han caricaturizado. La lista de tropelías sería casi interminable, basta con preguntarnos qué posibilidades reales tenemos de cambiar las cosas, de interferir de manera directa en la política, es decir de interferir en el reparto de la riqueza entre el pueblo, porque esto y no otra cosa es la política.
El fascismo va ganando esta guerra, con bastante ventaja sobre la izquierda además, porque ha sido tácticamente muy inteligente y ha sabido cambiarse a tiempo de chaqueta: del uniforme militar al traje con corbata, del ejército de soldados a un ejército de periodistas mercenarios. También la va ganando por deméritos de una izquierda timorata, sin hoja de ruta y siempre haciendo realidad aquella famosa escena de La vida de Brian en la que se parodia a una izquierda tremendamente dividida. Si no empezamos a trabajar desde ya y empezamos a participar en escenarios donde no nos esperan y donde no nos pueden controlar, estamos perdidos.
El sistema es casi tan perfecto como el de Matrix, aunque aquí no tenemos la oportunidad de ofrecer pastillas rojas con dosis de realidad a nadie, pero sí podemos empezar por mirar a nuestro alrededor y explicar de manera pedagógica que cuando excluyen a IU de la Mesa del Congreso eso es fascismo; que cuando Rosa Díez intenta ilegalizar a un partido democrático como Amaiur eso es fascismo; que cuando secuestran a raperos o a periodistas que cubren deshaucios eso es fascismo; que cuando nuestros presidentes no mandan sino que obeceden a iluminados que no han sido elegidos por nadie eso es fascismo.
Mucho se ha hablado del Socialismo del siglo XXI, pero nada de este fascismo de nuevo cuño, financiero e institucionalizado, mucho más moderno y sofisticado que el del siglo pasado. Después de décadas y décadas de disputas, a lo mejor lo que nos define y nos orienta a nosotros es precisamente definir a nuestro enemigo.
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