Un articulo de Javier Parra
Sin apenas haberse empezado a recuperar de la crisis capitalista de 2008 el mundo se encuentra al borde de una recaída de descomunales proporciones que arrastrará a medio mundo y sin ningún tipo de duda cambiará el panorama político, económico y social del planeta.
Hace 20 años, con la caída del bloque socialista y el fin de la experiencia soviética, el bloque capitalista liderado por EEUU, con voceros como Fukuyama a la cabeza, anunciaban “El fin de la Historia” y la muerte de las ideologías, dando inicio a un mundo basado en la política y economía neoliberal que se imponía a las utopías tras el fin de la Guerra Fría.
Y así, durante casi una década, el más voraz neoliberalismo se expandía de norte a sur, aplicando sus recetas y saqueando los países de latinoamérica y el este de Europa, al tiempo que se encontraba con las primeras resistencias del movimiento antiglobalización; el primer foco de resistencia de la nueva era.
El cambio de siglo llegó con la quiebra de economías como la Argentina y con los primeros varapalos políticos para el neoliberalismo en países como Venezuela, precursor de una sucesión de levantamientos democráticos contra el neoliberalismo en la zona. Llegaba también con la implantación de la doctrina de la guerra preventiva tras el ataque a las Torres Gemelas.
Hoy ya no son los países del tercer mundo los que tienen que asumir las recetas de los organismos financieros internacionales para ser rescatados – es decir, para prolongar su agonía y aumentar su dependencia – . Ahora son países del llamado “Primer Mundo” como Irlanda, Grecia, Portugal, Italia, España, etc, poniendo en peligro la Zona Euro, con el dólar al borde del abismo y con EEUU al borde de la recesión.
El Estado del Bienestar es abolido definitivamente y los derechos laborales son conculcados como medidas indiscutibles para salir de la crisis, y mientras tanto China acelera el paso para convertirse en la primera economía mundial al tiempo que las resistencias al sistema se multiplican y se expanden como la pólvora en un primer mundo que saborea los últimos sorbos del festín neoliberal.
Tras el crack del 29 – en la que sólo la URSS salió indemne -, el capitalismo agonizante abrió paso a dos alternativas:
A la de un corporativismo estatal totalitario en una economía dirigista, con la sumisión de la razón a la acción y un fuerte nacionalismo con componentes victimistas que dirigió la violencia hacia el supuesto enemigo marcado por los aparatos de propaganda.
Y por otro lado a la de un orden político basado en el control y la democratización de la producción por parte de los trabajadores, con un fuerte componente internacionalista.
La primera alternativa se implantó por la fuerza a través de golpes militares o de gobiernos sumisos a las corporaciones. La segunda se forjó con la lucha democrática de los trabajadores.
Poco menos de un siglo después nos encontramos ante algo más grave que el Crack del 29 y ya es posible discernir a los gobiernos sumisos, las derivas autoritarias, las leyes represivas, la consolidación de los estados policiales, la propaganda xenófoba, y por otro lado ya resuenan los gritos y los tambores de trabajadores, estudiantes y ciudadanos en general en lucha por la democracia y por sus derechos.
La victoria de unos frente a otros determinarán las alternativas locales o globales a la actual crisis capitalista. Hace un siglo las salidas fueron el fascismo y el socialismo. Quizá hoy haya a quien no les gusten los conceptos ideológicos, pero les guste o no la realidad será la misma y las alternativas al capitalismo agonizante serán sin duda una u otra, las queramos llamar como las queramos llamar.
En cualquier caso lo que parece claro es que estamos ante el cadaver en descomposición del mayor criminal de la historia del mundo al que solo falta decirle !Good Bye Capitalism!
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