Los golpistas violaron, mataron y arrojaron a un agujero a varias jóvenes en Fuentes de Andalucía (Sevilla)
Pablo Caballero, con la foto de su tía Josefa, en la finca donde la mataron.
LAURA LEON
¿Dónde está la tita Josefa? ¿Dónde está la tita Josefa?", preguntaba angustiado Pablo Caballero, un niño de seis años, ojos azules, al ver que pasaban los días y su tía, con la que hacía los mandados, ya no andaba por casa. "Se la han llevado, pero va a venir pronto, hijo", le respondió su madre, que sabía que no volverían ni la tita Josefa, ni la hija de Manuel de la Melliza, ni las hermanas Coral, Dolores y Josefa, hijas de la Polonia, ni la veintena de mujeres que los golpistas se llevaron en un camión en 1936. Los hechos sucedieron en Fuentes de Andalucía, el pueblo con la mayor represión hacia la mujer en proporción al número de hombres asesinados de la provincia de Sevilla y, probablemente, de España, según el historiador José María García Márquez. De las 108 muertes documentadas, 27 de ellas, el 25%, son mujeres.
Pablo Caballero, hoy con 80 años, recuerda el episodio en el Aguaucho, la finca donde los falangistas soltaron su botín para que les sirvieran el almuerzo. Luego las vejaron, las violaron, las mataron y las arrojaron a un pozo, una fosa que ni siquiera tuvieron que cavar. "Ahí tiene que estar mi tía", dice Pablo junto al agujero, inidentificable ya por los años y los kilos de cemento y cal que le echaron encima.
La comisión de memoria histórica de Fuentes pedirá la exhumación
Justo en ese lugar, la Comisión de la Memoria Histórica Fontaniega erigirá un monumento en honor a estas mujeres y pedirá, además, a la Junta de Andalucía una subvención para exhumar la fosa, según varios miembros de la comisión. "Ellos mismos se delataban y alardeaban de lo que hacían porque volvían al pueblo con la ropa interior de las mujeres colgando de la punta de sus escopetas", añade Pablo, una mañana helada, con la foto de su tía en el pecho.
Se le encoge aún más su voz cuando recuerda que le podía haber tocado también a su madre: "Se la llevaron y la trajeron porque se equivocaron. El novio de mi tía era comunista y a él también lo mataron". Puede que no se llevaran a todas las mujeres el mismo día, como sostiene la versión popular, porque las fechas de las muertes registradas son distintas. No obstante, el historiador García Márquez cree posible que los golpistas pusieran los datos mal intencionadamente. "Se condenó a varias generaciones a estar sometidas por el marido, el Estado, la Iglesia... yo sigo sufriendo los estragos del machismo", reflexiona Helena Rial, edil de Cultura (IU).
Causa de la muerte: la guerra
Un monumento en la finca del Aguaucho recordará a las víctimas
todas las partidas de defunción, la causa de la muerte es la misma: la guerra. "Es curioso, porque aquí no hubo enfrentamiento, arrasaron", afirma el teniente de alcalde, Francisco Martínez (IU). Según García Márquez, los golpistas se hicieron con el pueblo el mismo 18 de julio. Unos días después mataron al alcalde, José Ruiz, al primer teniente de alcalde, Francisco Ávila, y a su mujer, Carmen Estanislao, que estaba embarazada. "Nicolás Moyano, cabo de la Guardia Civil, dirigió la represión asesorado por el alcalde falangista Luis Conde, que era el que conocía a la gente del pueblo", explica el historiador. "Y el cura también señalaba", añade Pablo, que no quiere saber nada de la Iglesia desde entonces.
La comisión está preparando varias actividades encaminadas a no olvidar lo que ocurrió y contará con el apoyo de escritores como Almudena Grandes o Luis García Montero, actores como Paco León o políticos como Concha Caballero. "Si esto se hubiera hecho hace 30 años, cuando vivíamos todos, ellos y nosotros, los dolientes...", lamenta Pablo. Todavía hoy dice hay quien tiene miedo en el pueblo.
El ritual de Fuentes
PURA SÁNCHEZ
Lo sucedido a un grupo de mujeres en Fuentes de Andalucía formó parte de una cruel y despiadada cadena; hechos parecidos tuvieron lugar en todos y cada uno de los pueblos y ciudades “liberadas”, protagonizados por falangistas y entusiastas defensores de la llamada “nueva España”. Hay variantes acerca del número de víctimas o sobre si las humillaciones constituían o no la antesala de la muerte; no obstante, estos hechos, más allá de sus variantes, presentan rasgos comunes lo que, unido a su reiteración, hace que se pueda pensar en la escenificación de un ritual. Como en todos los rituales, los actuantes, mediante gestos simbólicos, escenificaron su poder, cifrado en su capacidad de generar sufrimiento. Consideraron a las mujeres botín de guerra, cosificándolas, deshumanizándolas; convirtieron el cuerpo de las mujeres en un campo de batalla más, usándolo como medio y como mensaje. Para los varones vencidos, era el medio por el cual se les humillaba nuevamente tras la derrota. A las mujeres, vencidas o mujeres de los vencedores, el recuerdo del castigo sufrido por sus congéneres y el terror paralizante ante actos tan bárbaros les impediría en muchos años intentar romper de nuevo los estrechos límites de su confinamiento doméstico. Por lo demás, la eficacia del ritual es constatable: basta pensar cuántos años están haciendo falta para hacer públicos estos hechos y cuántos silencios y olvidos ha habido que vencer para ello.
*Investigadora, autora de 'Individuas de dudosa moral'
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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