Algunos dirigentes progresistas latinoamericanos admitieron como inminente una intervención militar de la OTAN. Una hipótesis improbable, porque tal iniciativa, peligrosa y estúpida, produciría efecto negativo en el mundo árabe, reforzando el sentimiento anti-imperialista latente en las masas.
Y seria militarmente innecesaria porque el régimen libio aparentemente agoniza.
Kadhafi, al promover una represión violenta, recurriendo inclusive a mercenarios tchadianos (extranjeros que ni siquiera hablan árabe), contribuyó a aumentar la campaña de los grandes medios internacionales que proyectan como héroes a los organizadores de la rebelión en tanto él es presentado como un asesino y un paranoico.
Los últimos discursos del líder libio, irresponsables y agresivos, fueron además hábilmente utilizados por los medios para desacreditarlo y estimular la renuncia de ministros y diplomáticos, distanciando a Khadafi cada vez más del pueblo que durante décadas lo respetó y admiró.
En estos días es imprevisible el mañana de Libia, el tercer productor de petróleo en África, un país cuyas riquezas son ya ampliamente controladas por el imperialismo.
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