XXXI Marcha a Rota

viernes, 2 de octubre de 2009

POR UN MUNDO MAS HUMANO - CONTRA LA EXCLAVITUD DEL SIGLO XXI - LA EMIGRACION

La tierra, ese inmenso globo en el que vivimos, sin principio ni fín, está plagado, sin embargo de fronteras visibles e invisibles, de creadas divisiones que excluyen al hombre del hombre, y que de alguna manera destruyen el proyecto humano, su acción y su naturaleza.

Vivimos en marcos sociales cerrados y exclusivistas, donde la latitud en que hayamos nacido determinará nuestra existencia. Pero el nacer pobre ó rico no es algo dado por la naturaleza, es, sin eufemismos, una creación del hombre. En nuestro primer mundo, vivimos en una economía de usar y tirar que no nos hace más felices, ni a nosotros ni a los demás, y que no favorece realmente el progreso humano, pues nuestro autointerés todo lo invade. Insensibles a todo aquello que no nos atañe directamente ó a lo que contradiga la más pequeña de nuestras comodidades. Mientras que en otros paralelos de esta esfera que compartimos, la muerte por inhanición e injusticias sociales es una costumbre cotidiana. Somos inteligencia sin moral, sin responsabilidad, sin sentido trascendental alguno, disfrutando de un falso bien común que jamás se ha logrado, ni se ha tratado de lograr realmente. Nuestra egolatría e inmediatimos desemboca en insolidaridad, en marginalidad, en racismo y en agresiones conscientes e inconscientes por habituales. La expresión hipérbola de las razas, de las naciones y de los pueblos, es una necesidad creada que da origen a la división, a las rayas y puntos que vemos en los mapas, pero inexistentes en la realidad. Solo hay una raza humana, y la unidad e interrelación entre las gentes, cercanas ó lejanas, tienen que ser las protagonistas de nuestro devenir histórico, porque lo contrario sería la muerte de nuestra civilización universal.

La tecnología tampoco da respuesta al intrínseco sentido de la vida, del amor, de la belleza, de la armonía, de la sensibilidad, de la responsabilidad. Sin embargo, la intuición, ese objeto que el corazón percibe, si acusa la necesidad de salvaguardar en el hombre, en todos los hombres, su dimensión humana.

El mundo tiene sentido observado desde una visión unitaria. La unidad es existencia, la pluralidad vida. Tenemos el derecho inalienable a la diferencia, al intercambio y a la síntesis, a la comunicación y asimilación de lo distinto y diverso, con lo que orgánicamente no se crea un imperio, no, pero si un universo, un mundo, un pueblo, una vecindad. Una civilización plural en sus gustos, en sus manifestaciones, en sus culturas, genealogía de saberes y experiencias, realidad abierta que intercambia, recibe y da hospitalidad, amante de su suelo y a la vez atraída por lo distinto, cercano y lejano, por lo desconocido, asimilando y aprendiendo, tolerando todo lo humano y trascendente de lo que cada uno de nosotros es portador, intensamente confrontada con la única realidad absoluta: La unidad plural y distinta, y el ser humano como continente de esa realidad.

Con una sólida amistad que signifique armonía entre naturaleza y vida, en una acción que nos impulse a la búsqueda de lo sucesivo, de lo inmortal, fundidos todos los hombres en la trascendencia y la aventura del ritmo del universo

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