KurguiniánMartes 13 DE MARZO DE 2012
T. Krasnov
Cprfspb.ru
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
El escarabajo “lomechusa”
En el mundo de los insectos hay un escarabajo que parasita en los hormigueros. Segrega una sustancia que atonta a las hormigas, lo que le deja las manos libres para hacer lo que quiera, mientras éstas están ebrias.
Cuando hablo de sustancias segregadas, no me estoy refiriendo a la baba de Kurguinián ni a las lágrimas de Putin. Eso son casos especiales. Para los “estimados rusos”, en calidad de sustancia aturdidora fue utilizado el mito de la amenaza naranja.
¿Realmente ha existido? Por supuesto, en Rusia actúan fuerzas que tienen relación directa con los servicios de inteligencia occidentales. Claro que en Rusia sigue habiendo descerebrados, que siguen repitiendo en serio los conjuros de los tiempos de la perestroika sobre los “valores liberales”, la “mano invisible del mercado”, la “sagrada democracia” y todo lo que marcaba el guión. Pero esas personas en las condiciones reales de la Rusia actual no juegan prácticamente ningún papel.
Los papeles escritos por los guionistas del Kremlin, los han jugado en esta ocasión gentes muy diferentes. En tiempos de cosecha “cada cual ha azadonado su huerto como San Francisco”, como diría Putin.
Todos estos meses de invierno, unos han estado representando la amenaza naranja, los segundos “tirando de la manta”, mientras el propio Putin esperaba tranquilo que la victoria le cayese en las manos.
En las elecciones del 2000, 2004 y 2008 la propaganda se centraba en la superación de los “nefastos años 90” y la salvación del país de la desintegración. En el 2012, el principal mito ha sido la amenaza naranja. La han creado los fieles lacayos de la época de Yeltsin, perfectamente compenetrados con el régimen de Putin y que ahora o bien viven de una pensión honorífica, o bien se alimentan de las migajas de la mesa de Putin. ¿Realmente habría de sorprender a alguien que todos esos “naranjistas antisistema”, fuesen los primeros en correr al encuentro de Putin, para pedirle permiso para organizar una revolución contra él y acordaran gritar “Rusia sin Putin” en el sitio donde Putin les indicase?
Pasando la resaca
Ya sea porque es por principio imposible, o porque es demasiado fuerte la herencia del “pasado totalitario”, pero el pueblo de Rusia, pese a los esfuerzos de los Fúrsenko, Schvydkij y los programas de humor de la tele, todavía no se ha degradado hasta los niveles de los insectos. Por eso, pronto ese estado de embriaguez naranja, originada por los escarabajos lomechusa del Kremlin, se acabará disipando y Rusia se llevará las manos a su dolorida cabeza por culpa de ese brebaje naranja.
Eso es algo que pasará pronto, pues el “viejo-nuevo” presidente no lleva intención de separarse de su viejo equipo y se limitará a hacer algunos cambios cosméticos. Seguirá el mismo curso traicionero en política exterior, y la verborrea de Rogozin no se materializará en divisiones de tanques, aviones y submarinos; no se retirarán las reformas en educación y sanidad; no se producirá la nacionalización del subsuelo. Rusia ingresará en la OMC, lo que conllevará la defunción de los restos de producción nacional que sobreviven. Lo que significa que crecerá la inflación, subirán las facturas de los servicios relacionados con la vivienda, seguirán reventando presas y cayéndose aviones, con más frecuencia. Y la indignación de la gente crecerá.
¿Pero son legítimas las elecciones?
Por supuesto que no. Aunque por paradójico que parezca, eso sea algo que apruebe la mayoría de la población. Ahora la gente sigue asustada hasta los tuétanos con la “peste naranja”, y está dispuesta a cerrar los ojos ante muchas cosas. Piensan que ha habido suerte de poder derrotar al “naranjismo”. Pero pasarán unos cuantos meses y comenzará a repetirse el “milagro” del 96, cuando ya en el invierno, el índice de popularidad de Yeltsin había caído a los niveles del margen de error estadístico.
Entonces a Putin le recordarán todo. Y su negativa a tomarse unas vacaciones como primer ministro (durante la campaña electoral. N de la T) y su presencia en televisión, muy superior que la que han tenido el resto de candidatos juntos, y su negativa a tomar parte en debates y las irregularidades masivas (que existieron. Otra cosa sería saber hasta qué punto han influido en el resultado final), y los colegios electorales de “reserva” y los “karusélshiki” del movimiento “Nashi”, y los “gastarbeiter”…Y lo más importante: Le recordarán como él, con ayuda de sus domésticos Kurguinián, Projánov, Shevchenko y demás “ruiseñores” del Kremlin, engañaron descaradamente al pueblo, creando el mito de la amenaza naranja y exacerbando durante tres meses la histeria antinaranjista. Y muy pronto, siguiendo los pasos de la Duma, el presidente resultará ilegítimo a los ojos de la mayor parte de la población.
Claro que así como están las cosas, no podemos estar seguros de que Rusia sobreviva hasta las siguientes elecciones.
¿Qué nos espera en adelante?
“Le anuncio al señor Chúrov, al señor Putin y al señor Medvédev, que si después de un Duma ilegítima, el poder ejecutivo resulta ser igual de ilegítimo, nadie podrá gobernar el país. Será imposible gobernar un país, donde ¾ partes de la población no confía en su gobierno”, dijo antes de las elecciones el líder de nuestro partido (Ziugánov).
Los ruiseñores del Kremlin intentaron interpretar sus palabras como una amenaza. No fue una amenaza, fue un amargo vaticinio. Tengámoslo muy presente.
En el momento en que se cumpla, será muy importante para todos recordar, quién en el invierno de 2012 azuzaba la histeria en su propio y mezquino interés, quién desgarraba el país en partes, quién jugaba el papel de “naranjista”, siguiéndole el juego al Kremlin, y quién decía la verdad.
Solo si Rusia recuerda y entiende quién es para ella el médico y quién el escarabajo “lomechusa” que la narcotiza, tendrá alguna posibilidad de entrar en la siguiente década de la historia mundial, conservando su integridad territorial.
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