El alivio está a la
altura de los temores pasados: el 85,5% de los acreedores privados ha
aceptado el jueves por la noche participar en la reestructuración de la
deuda griega. El viernes por la mañana, el ministro francés de finanzas,
François Baroin, se ha felicitad por este “gran éxito para Grecia y para Europa” /1.
Los
dirigentes europeos, que vivían desde hace meses temerosos de esta
operación, respiran. La suspensión de pagos de Grecia, que han intentado
retrasar hasta el límite, no ha precipitado a la zona euro en la
tormenta, como temían. Las sombrías predicciones del lobby bancario /2,
anunciando una catástrofe de 1000 millardos de euros para la zona euro,
y el hundimiento consiguiente de Portugal y de Irlanda si Grecia no
lograba reestructurar su deuda de forma ordenada han sido evitadas. El
incendio se ha quedado circunscrito a Atenas, piensan.
Ha sido
claramente esta preocupación mayor la que ha dominado los debates
europeos sobre Grecia desde hace meses. Era preciso a cualquier precio
dar las garantías necesarias al mundo financiero para no desacreditar la
zona euro, evitar la implosión. Como prueba de su buena voluntad, los
dirigentes europeos han confiado la conducción de la operación al
Instituto de la Finanza Internacional, el lobby de las fuerzas
bancarias.
Al término
de un discurso técnico interminable, éste ha fijado las modalidades de
lo que es presentado como un sacrificio por su parte. Los acreedores
privados, poseedores de 206 millardos de euros de obligaciones griegas,
aceptan borrar un centenar de millardos de deudas. Recibirán a cambio de
sus antiguos títulos nuevas obligaciones de un valor nominal un 53,5 %
inferior al antiguo.
El esfuerzo
parece consecuente pero no es más que aparente, pues los acreedores
cambian unos títulos que no tenían ya ningún valor por títulos más
seguros. En cuanto se produzca el cambio, recibirán una suma de dinero
fresco, correspondiente al 15% de sus haberes. A continuación, los
nuevos títulos que recibirán, de un valor equivalente al 31,5% de los
antiguos, serán rodeados de múltiples mecanismos de seguridad. Serán
emitidos bajo la ley británica, a fin de evitar a cualquier futuro
gobierno griego la tentación de querer tocar esta deuda. Y gozarán de la
garantía del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y de los estados
europeos.
Una
compensación suplementaria podría llegar los próximos días. El gobierno
griego ha anunciado que vistos los resultados obtenidos el jueves, iba a
poner en marcha un procedimiento que impondría un intercambio forzoso
al conjunto de los acreedores privados, incluso los más recalcitrantes.
Este mecanismo debería entonces ser interpretado como una
reestructuración forzosa y no ya voluntaria.
A partir de ahí, los famosos CDS (Credit Default Swaps),
los seguros de crédito que supuestamente cubren los riesgos de quiebra,
deberían entrar en juego. Los bancos emisores de esos títulos estarían
obligados a reembolsar los riesgos que han aceptado cubrir. La
asociación internacional de los swaps y derivados, el comité secreto financiero que controla ese tema /3, debe reunirse a partir del viernes por la tarde para estudiar ese expediente que pone fuera de si a la comunidad financiera.
Un plan de salvamento para el sector financiero
Los
próximos días pueden estar aún dominados por palabras técnicas,
consideraciones financieras de todo tipo, con mucha gente tomando el
pulso de ese mundo financiero, que acaba “de encajar un mal golpe”.
El economista americano Nouriel Roubine no se ha privado de decir lo
que pensaba de esta puesta en escena, en una tribuna en el Financial Times del miércoles /4:
“Se
está desarrollando un mito, según el cual los acreedores privados
aceptarían pérdidas significativas en el marco de la reestructuración de
la deuda de Grecia, mientras que los acreedores oficiales (BCE,
FMI,...) se habrían librado de todo esfuerzo. (…) La realidad es que los
acreedores privados han obtenido un acuerdo muy ventajoso, mientras que
lo esencial de las pérdidas actuales y futuras ha sido transferido
hacia los acreedores oficiales”.
Es
claramente de esto de lo que se trata: la reestructuración de la deuda
griega no lleva a una contribución del sector privado, que se vería
obligado así a asumir su parte del riesgo, sino a una nueva
transferencia de lo privado hacia lo público, como desde el comienzo de
la crisis financiera.
Pero este
esfuerzo pedido a los estados, al Banco Central Europeo, y al conjunto
de los europeos, ¿va, al menos, a beneficiar a Grecia? Tras la anulación
parcial de la deuda griega, los estados europeos se han comprometido a
aportar 130 millardos de euros a Atenas, en el marco de un segundo plan
de salvamento. Pero han aclarado ya el destino de este dinero. De los
130 millardos, 30 deben ser inmediatamente entregados a los acreedores
que han aceptado el cambio voluntario de sus títulos. Este es el 15% que
los acreedores deben percibir bajo forma de dinero fresco.
El gobierno
griego debe utilizar alrededor de otros 35 millardos de euros para
comprar otra parte de su deuda, antes de anularla. En fin 25 millardos
de euros aproximadamente serán consagrados a la recapitalización del
sector bancario griego, puesto en dificultades por la reestructuración
de la deuda, y al que se quiere evitar el oprobio de una
nacionalización.
Así, de los
130 millardos de euros del plan de salvamento, 94 millardos son
dedicados al uso exclusivo del mundo financiero. Tanto como decir que
queda poco para sostener una recuperación de la economía griega, en
plena depresión. De todas formas no está claro que Atenas vea
efectivamente este dinero, puesto que los europeos han previsto
depositar la ayuda en una cuenta bloqueada y no entregarla más que tras
comprobar los resultados del programa de austeridad impuesto a Grecia.
El juego de
trileros no se acaba ahí. Mediante una hábil comunicación, los
financieros y Europa han presentado la reestructuración de la deuda
griega como un aligeramiento sustancial de la misma. Cien millardos de
euros de deudas borradas de un total de 300 millardos, representa
normalmente una disminución de un tercio del endeudamiento público. El
servicio de la deuda, primer componente del déficit público griego, debe
por tanto disminuir notablemente, porque las tasas de interés han sido
bajadas y ciertos pagos de intereses retrasados hasta 2014.
Pero eso es
olvidar los 130 millardos de euros del segundo plan de salvamento,
entregados por Europa y el FMI. Y éstos no tienen en absoluto la
intención de hacer una donación. Los préstamos van a inscribirse a su
vez en el gran libro de la deuda pública griega. Según los cálculos de
analistas bancarios, al término de esta amplia operación de reordenación
financiera, el endeudamiento público griego que es del 161% del PIB,
caería al 159%. ¡Todo este ajetreo financiero para aliviar en lo
inmediato solo un 2% de la deuda griega! Las previsiones del FMI
apuestan en el mejor de los casos por una vuelta a un endeudamiento del
120% del PIB en el horizonte de 2020. Como ha dicho el ministro alemán
de finanzas, Wolfgang Schäuble, este viernes por la mañana, “un
gran paso adelante en la vía de la estabilización y de la consolidación
de una deuda gestionable, que da a Grecia una oportunidad histórica”.
Y mientras
tanto: ¿qué pasa con Grecia? Europa le habrá impuesto sus condiciones:
reformas y austeridad. En menos de quince días, el parlamento griego ha
aprobado una enormidad de textos, a menudo sin debate y sin votación,
que tratan sobre la reforma del salario mínimo, las jubilaciones, la
salud, el mercado de trabajo, la función pública, las profesiones
reglamentadas, las privatizaciones, la creación de nuevos impuestos
destinados a obtener desde este año más de 3 millardos de euros de
recortes suplementarios.
Europa ha
advertido ya que cualquiera que sea el resultado de las elecciones
legislativas de abril, el programa impuesto no podría ser puesto en
cuestión. Miembros de la troika (Unión Europea, FMI, BCE) se han
instalado a vivir en Atenas para supervisar su ejecución. El ministro
alemán de economía, Philipp Rösler, ha ido aún más lejos el viernes.
Quería ver a uno de los 27 comisarios europeos /5 encargarse especialmente de la puesta en pie de la economía griega y de dirigirla. Declaraba “no comprender que Grecia se oponga a esta propuesta” /6.
Tras cinco
años de recesión, la economía griega continúa hundida. La producción
industrial ha caído más del 7% en diciembre, el paro alcanza el 20% y
supera la barrera del 50% entre la juventud. El FMI ha dado ya a
entender que un tercer plan de salvamento será sin duda necesario a
partir de 2015.
Los
mercados financieros, que se deberían haber tranquilizado gracias a este
gran montaje financiero hecho para ellos, especulan ya sobre las
consecuencias. En el mercado gris /7, (no oficial) las
nuevas obligaciones griegas a 30 años, no emitidas aún, cotizaban entre
15 y 17 céntimos de euro para un valor nominal de un euro, y entre 20 y
22 céntimos los títulos a once años. Equivale a decir que los
financieros no creen ya en el salvamento de Grecia. Los dirigentes
europeos se felicitan, persuadidos de que con su último plan griego, su
regla de oro y las distribuciones masivas de liquidez del BCE /8,
han acabado con la crisis de la deuda en la zona euro. Los financieros,
por su parte, están de nuevo en pie de guerra, solo se preguntan cuándo
va a reanudarse la crisis del euro.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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