
"Las moscas" en acción ante el parlamento español
Lunes, 30.01.2012
Vosotras, las familiares, inevitables golosas, vosotras, moscas
vulgares, me evocáis todas las cosas.
Inevitables golosas, que ni labráis como abejas, ni brilláis
cual mariposas; pequeñitas, revoltosas, vosotras, amigas
viejas, me evocáis todas las cosas.*
Zarzuelo Cabañas
Un ligero zumbido le desveló, miró el reluciente reloj de pulsera colocado en la mesilla de noche y se levantó al observar que apenas quedaban quince minutos para que sonase el despertador. Se colocó las gafas y en la penumbra en la que se encontraba la habitación, intentó con su fuerte mano derecha atrapar el molesto insecto que durante casi media hora había rondado por su rostro, pero no lo consiguió, y además, no tenía tiempo para perderlo en pequeñeces.
Fue estando en el consejo de ministros cuando observó que varios de sus ministros eran igualmente atosigados por desagradables moscas. Y fue mientras su gran vicepresidenta decía o bien puede que repitiese el cinismo de la secretaria de organización, en todo caso, en el momento en el que su mano derecha exponía la retórica con la que explicar a la ignorante población, que aunque las medidas actuales suponían masivos despidos, en verdad, todo ello era en favor de generar empleo. Fue durante ese discurso, cuando el presidente se mostró ausente, mientras se mesaba la canosa barba y observaba detenidamente las moscas que revoloteaban alrededor del despeinado cabello de la mujer mas poderosa del gobierno. Intentaba evocar dónde había visto antes esas peculiares moscas de brillante cuerpo verde y prominentes ojos rojos, pero no alcanzó a hallar el recuerdo al ser requerida su opinión por la mujer de estridente voz, “Ah, sí, estoy de acuerdo, es la manera más adecuada de actuar”, espetó con rostro serio a la vez que intentaba apartar a una serie de moscas que una y otra vez golpeaban las lentes de sus gafas.
Fue desde el estrado del parlamento, mientras desvelaba el paquete de medidas tan bien escondidas durante el periodo electoral, cuando, mirando a izquierda y a derecha, a los suyos y a los otros, percibió que la gran mayoría parlamentaria estaba rodeada por moscas que intentaban apartar de manera educada. Tal hecho ocasionó que en la posterior reunión con el “líder de la oposición”, así como en las siguientes, con sus compañeros nacionalistas y con la “líder populista”, hablasen de manera urgente, no de la aprobación de las medidas, tal hecho estaba más que claro a pesar del natural teatrillo que había que realizar, sino el cómo se había de actuar de manera unitaria. Fue el elegante fascista nacionalista el que indicó con gran sabiduría que la medida correcta era tratarlas con absoluta indiferencia, “pues al fin al cabo, que daño pueden hacer sino son más que moscas de mierda”
Así pasaron los meses, con unos diputados acostumbrados a sacudir la mano al aire y consiguiendo de vez en cuando el atrapar alguna de ellas, lo cual tampoco era importante, y es que no había tiempo para perderlo con aquellas moscas indefensas aunque cojoneras, puesto que rápidamente se aprendió a verlas como algo natural, al igual que se respira el aire contaminado de las ciudades. Pero un día apareció la noticia del fallecimiento de un banquero de provincias, donde de manera marginal se indicaba que en su estomago se encontraron más de diez moscas. Noticias de esta naturaleza empezaron cada vez a ser más habituales, pero en todo caso no encontraron portada hasta que se mostró al mismísimo jefe de estado en una de sus cotidianas recepciones gritando con mirada perdida, “las moscas, las moscas, quieren mi corona”. Aquella fue la última vez que se vio al rey en un acto público. Gran escándalo ocasionó el ver en directo como durante la conferencia del jefe de la patronal en el conocido desayuno informativo, las moscas empezaron a introducirse por sus orejas, cayendo al suelo al cabo de unos minutos. La situación ya no se escondió y cada día los medios de comunicación nos presentaban las numerosas víctimas; banqueros, constructores, periodistas, grandes empresarios, políticos, ex presidentes, ex ministros, infantas, duques, etc, a unos las moscan les habían vuelto locos, a otros les habían desfigurado, en unas ocasiones las moscas se habían introducido entre las uñas, en otras por el ano, o bien se habían ahogado al entrar masivamente por la boca o por la nariz, era por ello que pedían al nuevo presidente del gobierno que actuase sin miramientos. Aquella noche en la que la decimonónica lámpara del techo del palacio no aguantó la ingente cantidad de moscas que presentaba y cayó sobre el príncipe, el nuevo presidente del gobierno, se quitó los zapatos, se aflojó la corbata, colocó en la mesilla de noche el reloj de oro, y tumbado en la cama observó la masa negra que se desplazaba al igual que un huracán, fue entonces cuando se quitó las gafas y con ellas en la mano, vio como se colocaban sobre sus globos oculares y se introducían en su interior.
*Fragmento del poema “Las moscas” de Antonio Machado, de su primer libro, Soledades.
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