Por Albert G. Piquer.
Ayer noche el clima de tensión social y creciente racismo que se vive en muchos barrios populares se expresó en el barrio del Besòs de Barcelona. Una pelea entre vecinos de origen senegalés y gitano terminó con el asesinato a tiros de un joven senegalés.
Al parecer todo comenzó por un insulto racista. Los hechos hicieron estallar la rabia acumulada por parte de la comunidad subsahariana, desencadenando en una protesta de un centenar de personas que acusaban el origen racista del asesinato y acabaron con la rotura de cristales de coches y contenedores de basura. La reacción policial no se hizo esperar: los Mossos d'Esquadra reprimieron duramente las protestas y desplegaron un fuerte dispositivo policial para controlar el barrio.
Las declaraciones del portavoz del brazo armado del gobierno de la Generalitat, Felip Puig, dejan bien claro cuál es la interpretación de los hechos que se nos quiere vender desde arriba: "tenemos que ser capaces de entender que la diversidad genera conflictos", decía este mañana el honorable represor. El problema, nos dicen, es que diferentes comunidades o personas de diferentes origen no pueden convivir en paz.
Desde el comienzo de la crisis hemos visto cómo el racismo y el fascismo han ido infiltrando en la vida pública, tanto en Catalunya como en toda Europa. Partidos fascistas como Plataforma x Catalunya se dedican, con la complicidad de los grandes partidos de derechas e incluso del social-liberalismo, a señalar a los trabajadores migrantes como responsables del paro, la crisis y la pauperización de nuestras vidas (cuando, hay que recordarlo, el único culpable es el propio sistema capitalista). En este sentido, no se puede desconectar lo sucedido ayer en Besòs con el asesinato de dos senegaleses por parte de un fascista a principios de diciembre en Italia -país donde el veneno fascista está expandiéndose peligrosamente- o la tensión vivido a finales de agosto en el barrio de Son Gotleu, en Mallorca, con el enfrentamiento entre gitanos y subsaharianos.
El estallido de rabia de ayer en Besòs, o de hace unos meses en Son Gotleu, al igual que las revueltas en Tottenham o un poco más atrás en el tiempo en las banlieus francesas, es totalmente comprensible. En un mundo capitalista sin corazón, la rabia es el corazón de las oprimidas y las explotadas.
Pero no podemos equivocarnos de enemigo. El racismo y la xenofobia sólo sirven para dividir a la clase trabajadora. Para enfrentar a los supuestos opresores contra los oprimidos y los oprimidos contra los opresores: los y las trabajadoras "autóctonas" contra los que recientemente han venido de fuera, y viceversa. Nunca debemos olvidar que el enemigo no son las personas migradas ni las y los trabajadores con ideas racistas. El verdadero enemigo son aquellos que siembran el odio y el racismo desde la comodidad del púlpito político, el verdadero enemigo es la policía que patrulla nuestros barrios, aplica sus leyes arbitrariamente y asesina, como hemos vuelto a ver recientemente en Manresa. El verdadero enemigo son los banqueros, los empresarios y toda la clase dirigente, que alimenta la miseria arruinando los servicios públicos, destruyendo puestos de trabajo, y convierten en guetos los barrios populares. El enemigo es, así pues, el sistema capitalista, y la miseria, la desigualdad y la injusticia social que siempre ha generado y generará.
No nos equivoquemos de enemigo, dirigimos nuestra rabia contra quien siembra el racismo y la miseria.
Albert G. Piquer es militante de En lluita
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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