XXXI Marcha a Rota

domingo, 2 de octubre de 2011

NARCOTRÁFICO Y FRONTERAS: COCTEL EXPLOSIVO


El ejercito colombiano al servicio exclusivo de los poderes económicos.

2/10/2011

Un articulo de Alejandro Montes Velasco

Si existe una economía capitalista en el continente que se haya beneficiado con los dineros del narcotráfico, es la colombiana.

Cúcuta que es el portón de la frontera en Norte de Santander, no escapa al fenómeno. De este negocio se benefician la oligarquía, los políticos y los gringos. La gente pobre, a lo sumo, accede a las migajas que dejan los favorecidos con dicha bonanza.

Esta es una de la fronteras más viva de América, más compleja y conflictiva. En Cúcuta han convivido o se han repelido, según la conveniencia, el cartel de los pepes, el de Mancuso, el de la casa castaño, el de Jorge 40, el de los hermanos Barriga, Pedro el empresario, Carlos el senador, las águilas negras, los rastrojos o los urabeños. Mafias de todos los pelambres que asolan una ciudad que dejó de ser “tierna y arrulladora como el Pamplonita”.

Cúcuta es hoy, una de las ciudades más violentas del Colombia. La casta dirigente y la clase política tradicional terminaron aliadas con la perversa y criminal especie del narco paramilitarismo, siendo evidente la fusión de narcos, traquetos, gobierno y Fuerzas Armadas, que dentro del plan contrainsurgente son funcionales a la estrategia terrorista de EE.UU.

La gran mayoría de congresistas del departamento de Norte de Santander, figura hoy en algún expediente criminal, por homicidios, torturas, desapariciones forzosas, desplazamiento y robo de tierras.

Sobre los cuerpos masacrados de Carlos Caicedo, dirigente liberal y Tirso Vélez, dirigente cívico y ex alcalde de Tibú, se erigio la gobernación del conservador Miguel Ángel Morelli y la alcaldía de Ramiro Suárez, hoy detenido por el crimen de uno de los funcionarios de su gabinete.

Los dos fueron fichas del engranaje narcoparamilitar que en la ciudad y en la región del Catatumbo principalmente, protagonizó una de las páginas más infames de la historia del Nororiente Colombiano.

La lista de criminales es larga; Manuel Guillermo Mora, senador de la U, Pedro Benítez, Juan Manuel Corzo, presidente actual del senado, es una muestra más de cinismo y la trampa de esta clase dirigente sin escrúpulos. Ramiro Suárez, Gregorio Angarita Lamk, actualmente candidato a la alcaldía junto a los señores Cristo, son apenas algunos de los exponentes del narco paramilitarismo, enquistado en los espacios de gestión pública y del gobierno.

Igualmente empresarios de la talla de Pedro Mora, Pedro Barriga, Jensy Miranda, son algunos de los nombres de prósperos empresarios, vinculados al negocio del narcotrafico en la ciudad y en la región.

Aquí como en el resto de la sociedad Colombiana, los dineros del narco paramilitarismo se infiltraron en la industria, la política, el comercio legal y el rebusque, el reinado de belleza, el equipo de fútbol, para financiar congresistas, militares, policía y prestamistas.

La crisis de valores y el desprecio por la vida, que caracterizan la acción mafiosa, ha calado.
La frivolidad y el consumismo se vuelven norma en el tejido social, la vida comunitaria y la acción popular, pasan a ser lastres que estorban el “florecimiento” de una Cúcuta para el siglo XXI, según los agoreros que promocionan una ciudad ficticiamente próspera.

El narcotráfico en Cúcuta ha patrocinado por igual desde equipos de futbol hasta la construcción de urbanizaciones suntuarias como la urbanización “Aquarela”. La visita de artistas de talla internacional, a través de empresas de testaferros del narco paramilitarismo como DYG, por Diomar García, segundón del pulpo Luís Pérez, o la proliferación de moteles, casinos y salas de juego.

Podemos decir que el narcotráfico y la mal llamada “modernización” de Cúcuta, van de la mano. Hay dinero que fluye y patrocina gran parte de los proyectos de inversión y desarrollo arquitectónico, que ha terminado por darle dos caras a la ciudad. La glamurosa y refinada de cocteles y negocios turbios y la de los barrios pobres con la miseria a cuestas que siguen mirando cómo el supuesto desarrollo pasa de largo por sus calles empolvadas.

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