Antonio Fuertes Esteban – ATTAC Acordem.
Los financieros actuales son los descendientes directos de aquellos piratas del S.XVII que repostaban y guardaban sus botines en pequeñas islas del Mediterráneo y el Atlántico Norte en donde se les daba cobijo a cambio de contraprestaciones. La expresión inglesa Tax Haven, traducido ahora como puerto fiscal, designaba a estos lugares.
El paralelismo actual con los llamados paraísos fiscales, en donde los poderes financieros desvían los diversos botines delictivos de sus muchos atracos a la ciudadanía, es más que evidente en este S. XXI. Las islas que en el S. XVII cobijaban y protegían la piratería ofrecían protección a cambio de remuneración, los territorios llamados paraísos fiscales comercializan ahora su soberanía.
Para ello abren sus fronteras a aquellas empresas que quieran constituir sociedades instrumentales, sucursales o filiales bancarias en su territorio y ponen a su disposición el secreto bancario establecido en su régimen jurídico y su fiscalidad nula. De ello obtienen a cambio importantes beneficios, no para la población trabajadora de estos territorios, pero sí para la oligarquía local.
Pero es obvio y demostrable que el mayor beneficio de la existencia de estas cuevas del dinero donde recalan los piratas actuales son ellos mismos, que esconden allí los productos de todo tipo de delitos judiciales o morales. Piratas financieros que, como los antiguos corsarios, no enarbolan otra bandera que el dinero, que es la única a la que profesan lealtad después de que la globalización financiera abriera las fronteras a los capitales y acabara con las dependencias patrias.
Porque delito penal es el fraude fiscal, que se comete en buena parte en todos los países vía paraísos fiscales y por medio del cual los piratas autóctonos, u otros que se asientan económicamente en estos países, rapiñan los tesoros fiscales de los estados. Este fraude fiscal es un delito que está penalizado en todos los ordenamientos jurídicos, pero que sin embargo no se puede perseguir si, llegado el caso, la puerta de las cuevas que guardan los secretos tesoros en estos paraísos de los ricos no se abren a las autoridades tributarias o judiciales, como viene sucediendo desde hace décadas.
También delito penal y crímenes son los que cometen las distintas subespecies de alimañas que acompañan y reparten parte del botín con los piratas globales, que no les importa hacerlo con corruptos, narcotraficantes, redes diversas del delito, terroristas y otros compañeros de viaje que contribuyen a sembrar el desgobierno donde unos y otros pescan en aguas revueltas. Me refiero a la posibilidad que ofrecen estos territorios para lavar, hacer respetables y operar con las diferentes fortunas ilícitas.
No obstante, hay un sumidero fiscal de los Estados que no es considerado delito en las jurisdicciones, es la evasión fiscal que no se demuestra fraude, aunque lo sea. Esta trampa al fraude, denominada evasión, es tejida por los asesores fiscales y la llamada ingeniería financiera, que son quienes posibilitan mecanismos a ricos y grandes empresas para que lo que habría de ser fraude tenga visos de legalidad, aunque en realidad sea fraude fiscal a los estados. Nos hallamos ante un delito no penal, no perseguible en el ordenamiento jurídico actual, aunque sea política, social y moralmente reprobable. Una clara muestra de ello es que las grandes empresas transnacionales acostumbren a abrir sucursales, o incluso sus sedes en estos tax haven para desviar contablemente hacia ellos sus beneficios y no tener que pagar impuestos en los países en los que operan.
Los Paraísos fiscales son, sin lugar a dudas, el paradigma del delito en el S.XXI y a su vez un instrumento político al servicio de la aristocracia del dinero y que socava la democracia. Esto es importante situarlo en nuestro entorno próximo, ya que casi todos los bancos ofrecen sustanciosos beneficios a sus clientes, mediante su participación en diversos fondos de inversión y fiduciarios que operan desde estos territorios, muchas veces especulando con todo tipo de activos con el ventajismo que les da el secreto bancario. Lo mismo hacen los multimillonarios fondos de pensiones o las compañías aseguradoras al abrir en estos territorios sucursales instrumentales. No es de extrañar que los alimentos o los combustibles aumenten su precio de un día para otro, o que el euro y la deuda sean atacados, o que los llamados vehículos de inversión se asienten en ellos inundando de productos derivados basura el mundo financiero. Al final van a conseguir hundirlo todo hinchando burbujas que explotan, aunque ellos se salven “socializando” sus pérdidas y empobreciéndonos a todos. Todo menos el oro cuya onza no hace más que subir, siendo un valor además seguro y estable y que estos piratas se aseguran de acaparar.
Pues bien en 2010 la comunidad internacional decidió, a través del G-20 y por mediación de la OCDE, hacer desaparecer del mapa pirateril los paraísos fiscales más renombrados, de los 35 que la OCDE consideraba en 2000 (otras fuentes llegan a establecer 72 e incluso 84), solo han quedado 5 pequeños paraísos fiscales sin importancia, aunque todos los demás sigan actuando como tales, con secreto bancario y nula o baja fiscalidad. La penitencia que estos irredentos territorios han tenido que cumplir es firmar 12 tratados de intercambio de información con otros territorios. Muchos se han librado de la lista firmando tratados con otros paraísos fiscales o con territorios sin importancia económica. O sea que los piratas financieros siguen depositando ahora sus tesoros y realizando operaciones de abordaje a las finanzas públicas y a la ciudadanía desde estos territorios. Eso sí, ahora con absoluta impunidad y total honorabilidad. Ya ni los bancos se consideran obligados a informar de las filiales que tienen ubicadas en dichos territorios y las operaciones a través de ellas, las cuales normalmente no figuran en sus balances.
¿Dónde queda el “Imperio de la ley” del que tanto se ufanan nuestros honorables próceres políticos representantes? ¿Cómo es que los que cuidan en teoría del bien común de los ciudadanos, sus representantes, no han hecho absolutamente nada para acabar con estas cuevas del delito y el crimen?. Cuevas que albergan en estos momentos un botín de 8 billones -de 12 ceros- de euros, que representa casi una cuarta parte del PIB mundial.
Bueno, es posible que nada haya cambiado desde el S. XVI, que todo siga como en los tiempos en los que el corsario aristócrata Sir Francis Drake era protegido de la reina Elizabeth I de Inglaterra, que como buena hija de Enrique VIII buscaba el poder y la gloria de todas formas posibles, aliándose para ello con el diablo y fundando a su vez la Iglesia Anglicana. Nada ha cambiado efectivamente si el corazón de la llamada actualmente democracia está podrido y la comunidad internacional, que nos representa, no hace nada para evitarlo. Está claro de qué lado están, del de los corsarios y de la Iglesia, de todo aquello que constituya un poder terrenal.
Todos los poderes políticos han vendido su soberanía al dinero, como resultado de ello los piratas se han adueñado del Mundo, nos toca reapropiarnos de él.
¡Es la hora de la sociedad, es la hora de la ciudadanía! ¡Despierta pueblo, acabemos con los paraísos fiscales y con la piratería!
Pero es obvio y demostrable que el mayor beneficio de la existencia de estas cuevas del dinero donde recalan los piratas actuales son ellos mismos, que esconden allí los productos de todo tipo de delitos judiciales o morales. Piratas financieros que, como los antiguos corsarios, no enarbolan otra bandera que el dinero, que es la única a la que profesan lealtad después de que la globalización financiera abriera las fronteras a los capitales y acabara con las dependencias patrias.
Porque delito penal es el fraude fiscal, que se comete en buena parte en todos los países vía paraísos fiscales y por medio del cual los piratas autóctonos, u otros que se asientan económicamente en estos países, rapiñan los tesoros fiscales de los estados. Este fraude fiscal es un delito que está penalizado en todos los ordenamientos jurídicos, pero que sin embargo no se puede perseguir si, llegado el caso, la puerta de las cuevas que guardan los secretos tesoros en estos paraísos de los ricos no se abren a las autoridades tributarias o judiciales, como viene sucediendo desde hace décadas.
También delito penal y crímenes son los que cometen las distintas subespecies de alimañas que acompañan y reparten parte del botín con los piratas globales, que no les importa hacerlo con corruptos, narcotraficantes, redes diversas del delito, terroristas y otros compañeros de viaje que contribuyen a sembrar el desgobierno donde unos y otros pescan en aguas revueltas. Me refiero a la posibilidad que ofrecen estos territorios para lavar, hacer respetables y operar con las diferentes fortunas ilícitas.
No obstante, hay un sumidero fiscal de los Estados que no es considerado delito en las jurisdicciones, es la evasión fiscal que no se demuestra fraude, aunque lo sea. Esta trampa al fraude, denominada evasión, es tejida por los asesores fiscales y la llamada ingeniería financiera, que son quienes posibilitan mecanismos a ricos y grandes empresas para que lo que habría de ser fraude tenga visos de legalidad, aunque en realidad sea fraude fiscal a los estados. Nos hallamos ante un delito no penal, no perseguible en el ordenamiento jurídico actual, aunque sea política, social y moralmente reprobable. Una clara muestra de ello es que las grandes empresas transnacionales acostumbren a abrir sucursales, o incluso sus sedes en estos tax haven para desviar contablemente hacia ellos sus beneficios y no tener que pagar impuestos en los países en los que operan.
Los Paraísos fiscales son, sin lugar a dudas, el paradigma del delito en el S.XXI y a su vez un instrumento político al servicio de la aristocracia del dinero y que socava la democracia. Esto es importante situarlo en nuestro entorno próximo, ya que casi todos los bancos ofrecen sustanciosos beneficios a sus clientes, mediante su participación en diversos fondos de inversión y fiduciarios que operan desde estos territorios, muchas veces especulando con todo tipo de activos con el ventajismo que les da el secreto bancario. Lo mismo hacen los multimillonarios fondos de pensiones o las compañías aseguradoras al abrir en estos territorios sucursales instrumentales. No es de extrañar que los alimentos o los combustibles aumenten su precio de un día para otro, o que el euro y la deuda sean atacados, o que los llamados vehículos de inversión se asienten en ellos inundando de productos derivados basura el mundo financiero. Al final van a conseguir hundirlo todo hinchando burbujas que explotan, aunque ellos se salven “socializando” sus pérdidas y empobreciéndonos a todos. Todo menos el oro cuya onza no hace más que subir, siendo un valor además seguro y estable y que estos piratas se aseguran de acaparar.
Pues bien en 2010 la comunidad internacional decidió, a través del G-20 y por mediación de la OCDE, hacer desaparecer del mapa pirateril los paraísos fiscales más renombrados, de los 35 que la OCDE consideraba en 2000 (otras fuentes llegan a establecer 72 e incluso 84), solo han quedado 5 pequeños paraísos fiscales sin importancia, aunque todos los demás sigan actuando como tales, con secreto bancario y nula o baja fiscalidad. La penitencia que estos irredentos territorios han tenido que cumplir es firmar 12 tratados de intercambio de información con otros territorios. Muchos se han librado de la lista firmando tratados con otros paraísos fiscales o con territorios sin importancia económica. O sea que los piratas financieros siguen depositando ahora sus tesoros y realizando operaciones de abordaje a las finanzas públicas y a la ciudadanía desde estos territorios. Eso sí, ahora con absoluta impunidad y total honorabilidad. Ya ni los bancos se consideran obligados a informar de las filiales que tienen ubicadas en dichos territorios y las operaciones a través de ellas, las cuales normalmente no figuran en sus balances.
¿Dónde queda el “Imperio de la ley” del que tanto se ufanan nuestros honorables próceres políticos representantes? ¿Cómo es que los que cuidan en teoría del bien común de los ciudadanos, sus representantes, no han hecho absolutamente nada para acabar con estas cuevas del delito y el crimen?. Cuevas que albergan en estos momentos un botín de 8 billones -de 12 ceros- de euros, que representa casi una cuarta parte del PIB mundial.
Bueno, es posible que nada haya cambiado desde el S. XVI, que todo siga como en los tiempos en los que el corsario aristócrata Sir Francis Drake era protegido de la reina Elizabeth I de Inglaterra, que como buena hija de Enrique VIII buscaba el poder y la gloria de todas formas posibles, aliándose para ello con el diablo y fundando a su vez la Iglesia Anglicana. Nada ha cambiado efectivamente si el corazón de la llamada actualmente democracia está podrido y la comunidad internacional, que nos representa, no hace nada para evitarlo. Está claro de qué lado están, del de los corsarios y de la Iglesia, de todo aquello que constituya un poder terrenal.
Todos los poderes políticos han vendido su soberanía al dinero, como resultado de ello los piratas se han adueñado del Mundo, nos toca reapropiarnos de él.
¡Es la hora de la sociedad, es la hora de la ciudadanía! ¡Despierta pueblo, acabemos con los paraísos fiscales y con la piratería!
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