Hombres, mujeres, niños y ancianos obligados a trabajar en condiciones precarias, a combatir en guerras o a vender su cuerpo para beneficio de otros.
Un articulo de Javier Fernéndez Díaz / Alainet | Para Kaos en la Red
Aún existen lugares en el mundo en el que los seres humanos son tratados como esclavos. Hombres, mujeres, niños y ancianos obligados a trabajar en condiciones precarias, a combatir en guerras o a vender su cuerpo para beneficio de otros.
“A pesar de cientos de años de esfuerzos para abolir la esclavitud, sus manifestaciones contemporáneas todavía se pueden encontrar en todo el mundo”, asegura Navy Pillay, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Miles de niños, que apenas han tenido oportunidad de educarse, son obligados a trabajar en condiciones precarias o a combatir en guerras. Uno de cada seis menores, de entre 5 y 14 años, es obligado a trabajar en el mundo según UNICEF. En México, casi cuatro millones de niños trabajan en la agricultura, muchos de ellos en condiciones de explotación. Este fenómeno es una práctica habitual en los países empobrecidos. En África subsahariana, 1 de cada 3 menores trabajan. En Asia meridional unos 44 millones de niños y niñas se emplean en trabajos precarios. La ONG Save the Children, calculaba en 2006 que entre 300 mil y 500 mil menores eran utilizados en conflictos armados. Asociaciones pro derechos humanos llevan años en lucha contra este tipo de prácticas.
El pasado fin de semana la Policía Nacional de Perú rescató 293 mujeres sometidas a la explotación sexual en Puerto Maldonado. Entre ellas había 10 menores de edad. Muchas mujeres son víctimas de explotación sexual en nuestros días. Son transportadas por mafias que las obligan a ejercer la prostitución para obtener un beneficio económico, como si fuesen simple mercancía. Cada año más de tres millones de personas son víctimas de explotación sexual según la Organización Internacional del Trabajo. El 90% de ellas son mujeres y niñas.
Niños armados con Kalashnikov se han convertido en imagen habitual de los informativos. Cada cierto tiempo la explotación sexual de niñas en Asia, América Latina y África salta a los debates de radio y televisión. Trabajadores forzosos de minas, ranchos y campos ocupan de vez en cuando las páginas de los periódicos. La sociedad conoce esta situación, pero la costumbre ha amortiguado su sensibilidad para indignarse y reaccionar. Para levantarse y protestar. Exigir a sus gobiernos que garanticen la condición humana y el derecho a un trabajo digno. Nos hemos acostumbrado al tolerar el horror.
Naciones Unidas cuenta con un fondo para luchar contra las formas contemporáneas de esclavitud. Ha financiado cientos de proyectos en más de 90 países alrededor del mundo. Sin embargo, en 2010 sólo se pudo subvencionar el 15% de los proyectos que pidieron dinero de este fondo. Este año han recibido 436 solicitudes para subvencionar proyectos destinados a erradicar la esclavitud. Entre ellos suman 6.125 millones de dólares. Navy Pillay ha pedido solidaridad a los miembros de la ONU para “erradicar una práctica abominable que cicatriza la conciencia de la humanidad”. Pero resultará difícil encontrar acreedores. Más aún en la situación actual.
Nos hemos acostumbrado a escuchar en los medios cifras que ni siquiera podernos asimilar. Beneficios, rescates, e inversiones multimillonarias. Así, 6.125 millones puede parecer una cifra muy elevada. Sin embargo, cuando Lehman Brothers, una de las entidades culpables la crisis económica actual se declaró en bancarrota, tenía una cartera de préstamos de 60.000 millones de dólares. 10 veces más del dinero solicitado por organizaciones no gubernamentales de todo el mundo para erradicar la esclavitud.
También existen iniciativas ciudadanas para luchar contra la sumisión de seres humanos. Podemos luchar contra la explotación de trabajadores al no comprar los productos que elaboran. Pero esto podría arrojar a miles de trabajadores forzosos a la miseria absoluta. Por ello debemos presionar al mismo tiempo a nuestros gobiernos para que ayuden a los países más empobrecidos a acabar con esta práctica. También debemos exigir un esfuerzo mayor a las instituciones internacionales, para que persigan y castiguen con mayor tenacidad a las mafias y compañías que obtienen beneficios de este tipo de prácticas. Aún existen esclavos en el mundo, sus cadenas dejarán marcas en nuestras conciencias mientras sepamos que existen y no nos atrevamos a actuar en consecuencia.
Javier Fernéndez Díaz es Periodista Centro de Solidaridad Internacional
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