Anarquista ¿anticomunista?
Carlos Zaidan
Para algunos pocos, ser anarquista implica ser anticomunista, sin embargo, el debate ideológico y dialéctico entre los principales enemigos del capitalismo, ha servido de distracción de los objetivos de unos y otros, dando una importancia que no tienen, a pugnas ideológicas virtuales, o guerras hooligans de símbolos y banderas, que entorpecen el combate contra el capitalismo, desmovilizando y desviando fuerzas y atención de las verdaderas luchas, en beneficio y goce de fascistas, explotadores burgueses y sus cuerpos represivos.
Existen muchas diferencias filosóficas e ideológicas, metodológicas y organizativas, que a lo largo de la historia, donde se han encontrado, han generado debate y confrontación entre comunistas y anarquistas; en movimientos sociales o en procesos revolucionarios, como el triste caso de Barcelona en la Guerra Civil Española. Pero también existen muchos ejemplos históricos de cooperación y lucha conjunta, como el caso de los Maquis, la guerrilla que combatió a la dictadura franquista y que ante todo puso de manifiesto la unidad y el carácter antifascista de la lucha. Se pueden escribir libros o hasta enciclopedias al respecto, dedicando el tiempo a señalar los errores de unos y otros, pero al margen de lo estéril que resulta invertir las energías en ello, es innegable que ambas tienen un objetivo y un enemigo común. Orígenes Podemos citar el nacimiento del marxismo y del anarquismo moderno, como dos teorías hermanas, inspiradas o desprendidas de socialismo utópico del siglo XIX. Ambas ideologías, se estructuran como las conocemos, producto de las divisiones internas en la Asociación Internacional de los Trabajadores o Primera Internacional, creada en 1864. Esta organización, pretendía ser un foro de debate y organización de los obreros en todo el mundo, como símbolo de solidaridad internacional por encima de las fronteras. El debate dialéctico entre Karl Marx (El Capital, El Manifiesto Comunista…) y Mijaíl Alexándrovich Bakunin (Dios y el Estado, Estatismo y anarquía…) llevó a la división en su V congreso, entre las tesis marxistas, que sentaron las bases del socialismo científico, al que se conoce actualmente como comunismo, frente a las tesis colectivistas de Bakunin; de las diferencias surgidas entonces, se desprenden los debates actuales entre comunistas y anarquistas en todos los ámbitos de la lucha de clases.
Las diferencias teóricas El objetivo principal, de comunistas y anarquistas, es acabar con el estado burgués capitalista, que impera en la gran mayoría de las naciones, condicionando las relaciones entre los países y entre las clases sociales, a través de las relaciones de producción, que determinan la vida de las personas. Para construir el comunismo (sociedad sin clases ni Estado) a nivel internacional, algunos anarquistas lo nombran comunismo libertario. Los comunistas plantean como paso transitorio entre el capitalismo y el comunismo, el socialismo o dictadura de proletariado, en la que existe un Estado que se encarga de abolir las clases sociales y acabar con las relaciones de explotación y a su vez crear las condiciones para el comunismo. Para llegar al socialismo los comunistas plantean la lucha de clases, a través de la organización de obreros y campesinos, participando incluso en las instituciones del estado burgués si fuera necesario, para arrebatarle el poder para la clase obrera. Como herramienta de análisis cuentan con el materialismo histórico y dialéctico. Para los anarquistas el Estado no tiene razón de ser, tampoco el Estado proletario que proponen los comunistas; plantean la revolución inmediata, llegar al comunismo a través de la destrucción del Estado burgués por diferentes métodos, desde el insurreccionalismo (la insurrección general que acabe con el Estado) la acción directa. No aceptan ninguna forma de poder ni participación en las instituciones del Estado burgués, salvo el papel de los sindicatos, también proponen la construcción de espacios o comunidades autogestionados. Para los anarquistas lo más importante es el individuo, postulan la libre asociación y el apoyo mutuo como forma de auto-organización. También es de resaltar el aporte que han hecho en cuanto al respeto a los animales y la denuncia de su maltrato.
Ni anarquistas ni comunistas A finales de los años 80’s y en la década de los 90’s del siglo pasado, nace el movimiento autónomo, como iniciativa del movimiento obrero y juvenil en Europa, inspirado en teóricos como Antonio Negri (Imperio, Los libros de la autonomía…), que trataba de unificar el golpeado y confuso movimiento social anticapitalista de fines de la guerra fría. La autonomía asumía en términos teóricos el análisis marxista de la historia, con formas organizativas horizontales y asamblearias de tipo anarquista. Este experimento reunió a militantes de origen anarquista y comunista principalmente, pero no exclusivamente. Pese a haber surgido del movimiento obrero, más tarde se limitó al movimiento juvenil, y basó su actividad en la ocupación, los centros sociales, el movimiento estudiantil, el ecologismo, el feminismo y el movimiento antifascista. En la búsqueda de nuevas formas de lucha, el movimiento autónomo se diluyó y actualmente ha ido perdiendo fuerza en algunos países, al mismo tiempo que resurgen los movimientos anarquista y comunista.
¿Postmodernos o socialdemócratas del siglo XIX? Desde mediados de los 90’s, algunos personajes, con la tramposa ambigüedad del discurso abstracto, lleno de hipocresía endulzada con romanticismo, promovieron un activismo, que sólo legitima la protesta lúdica, no-violenta, políticamente correcta, tolerada y útil para el Estado capitalista, desmarcada e insolidaria con otras luchas, acusando a otras organizaciones de autoritarismo o de “estar pasadas de moda”. Buscando a toda costa tener presencia y participación en el juego de los medios de difusión, que hacen eco al estado burgués, se desviven en condenar “la violencia” y “el radicalismo de izquierda”, mientras guardan silencio ante el terrorismo del estado burgués, que a veces les premia su papel desmovilizador con subvenciones, o simplemente señalándolos como la “izquierda buena”. Al interior de dichos colectivos se dejan ver en su práctica socialdemócrata, el oportunismo y los métodos personalistas y arbitrarios de líderes mesiánicos que con sus actitudes demuestran lo demagógico de su discurso, a pesar de los símbolos o camiseta que se pongan.
No hacer ni dejar hacer Lejos del debate dialéctico, que debería darse en plena acción al interior de los movimientos sociales, se sitúan los críticos cómodos y puristas, que evitan arriesgarse o ensuciarse con las luchas de la calle, que sólo ven desde arriba; se esmeran desde sus bibliotecas en mantener viva la discordia, que les da su única razón de ser. Seguidos por confusos militantes novatos o poco aficionados al análisis o la lectura, pero muy aficionados a las camisetas, que no emplean demasiadas energías en la lucha social, más allá de lo que da una fiesta o una manifestación que termina con una fiesta. Este ambiente proporciona todo un caldo de cultivo para que campen a sus anchas, los provocadores y agentes infiltrados al servicio del estado burgués, aprovechando las batallitas para difamar, desactivar y confundir. En general, los militantes antiimperialistas del siglo XXI, hemos perdido el norte alejándonos cada vez más de las reivindicaciones de la clase por la que decimos que luchamos. No podemos ignorar las diferencias ideológicas, se debe debatir y ser crítico ante todo, pero analizando la situación concreta en el momento concreto, el problema está en dar prioridad a éstas disputas sobre la lucha misma, por que ello sólo beneficia a los que defienden sus privilegios en éste sistema injusto.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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