No hay que buscar mucho para leer a los profetas del desastre, a los analistas que distorsionan situaciones específicas para lograr sembrar confusión y pesimismo,esta señal sola, ya debe ser un alerta
Un articulo de Raúl Bracho
En espera de la ya anunciada cadena nacional de nuestro comandante en jefe Hugo Chávez Frías, desde la Habana, que seguramente marcará el comienzo de su nueva ofensiva antes de regresar a estar al frente de la celebración bicentenaria, insisto en dar la batalla de las ideas ante la estructurada campaña que se monta para vendernos a Chávez como claudicante, que gira a la derecha y traiciona el destino de la revolución.
Lo hago porque tengo conciencia del momento histórico y entiendo lo importante de no perder la fortaleza ni la claridad del objetivo fundamental que debemos tener: obtener la próxima victoria electoral que garantice seis años más para esta etapa de transición, imponer la conducción de este trecho a las manos de su creador: nuestro comandante presidente. Priorizar este objetivo cuesta que seamos catalogados de aduladores y cultivadores de personalidades, de ser contrarios al debate y a la crítica. En absoluto. La revolución es de todos y para todos, es una construcción social y por supuesto que en este proceso se debe debatir y criticar las fallas, pero cuando éste proceso crítico es proclive a desestabilizar y confundir, a generar pérdida de poder en el mando que hemos logrado, hay que actuar con la conciencia estratégica de preservar lo más importante y necesario.
No hay que buscar mucho para leer a los profetas del desastre, a los analistas que distorsionan situaciones específicas para lograr sembrar confusión y pesimismo, esta señal sola, ya debe ser un gran alerta para todas y todos los que estamos comprometidos en este proceso. Es uno de los grandes peligros de un proceso como el nuestro en el que conviven las dos fuerzas que se enfrentan, es entonces donde la “libertad de expresión” por nuestra parte debe tener bien claro las prioridades, ¿o es que vamos a contribuir con quienes están demonizando a Chávez y apostando a la derrota de la revolución bolivariana?.
A costa de seguir siendo hostigado con epítetos descalificantes por quienes ven en mis palabras el alerta necesario, insistiré en los tiempos y su importancia dentro del proceso que vivimos. Los trapos sucios muchas veces se deben lavar en casa, pues de lo contrario, ese deber de criticarnos y corregirnos termina siendo un arma para nuestros enemigos.
Aquí lo más importante es avanzar. Es tener claro y hacer que los demás tengan claro, que no hay ningún cambio de rumbo, que desde el comienzo se han mantenido los lineamientos que hoy siguen vigentes: un proceso revolucionario que se gesta desde un triunfo revolucionario que nos da el poder político y desde el cual debemos desarmar las estructuras del poder político burgués para reconstruir la sociedad en todos sus órdenes bajo la visión socialista, todo dentro del marco de la legalidad democrática existente, que seguramente no es expresión de la sociedad que soñamos, pero son las normas dentro de las que logramos el poder y que romperlas de forma drástica implicaría un suicidio histórico que nos haría perder todo lo logrado.
La impaciencia y la angustia tonta, el yaismo desesperado que se respira en algunos sectores intelectuales no está asumiendo la valoración justa de la importancia de las cosas en el plano político histórico y termina siendo germen para el derrotismo, la decepción y el divisionismo:
peligrosísimos factores para nuestra revolución en la actual coyuntura.
El retorno de Chávez debe convocar nuevamente a la unidad de todas y de todos, a la calma y a la madurez revolucionaria, a la unidad para ser victoriosos y ganar los espacios de tiempo y construcción donde si podamos revisar y reconstruir muchas cosas que se deben corregir, pues eso es lo que nos dice que estamos en revolución: los cambios no indican otra cosa que el desarrollo revolucionario, las cosas que fallan son síntomas del mismo proceso que seguimos, esta revolución no tiene recetas ni es prefabricada, es un camino difícil y de constante revisión y transformación para ir logrando mejores victorias. Saber y repetir todas las innumerables victorias logradas es un deber para que sea el mástil de nuestra lucha en lo adelante. La revolución bolivariana es el camino al socialismo, es la representación de la lucha de las clases explotadas, es la apropiación del poder económico de forma gradual para crear la nueva sociedad justa y equitativa.
Estoy seguro de que muchos reflexionarán y asumirán nuevamente su compromiso revolucionario, lo que no debe verse como renuncia a sus posiciones sino como una decisión madura y firme que apunte a no dejarnos quitar el poder que ya hemos conquistado. Basta de permitir que nos hagan frágiles y pongámonos los pantalones bien puestos que es la hora de la más ardua lucha para vencer y derrotar a la burguesía lacaya e imperial.
Venceremos.
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