Pensar que miles de jóvenes han dormido en las calles, proponiendo un ejercicio necesario de revitalización política para toparse con que la reacción general ha sido la de volver a los viejos vicios
"No eches tus perlas a los cerdos" Esta expresión, en italiano, oída hace algunos años en un anuncio de una conocida consola en la que se promocionaba un juego y su variante on-line (entre PES y FifaXX estaría la cosa) y adoptada como propia para soltarla cuando veo que alguien hace algo que no alcanzo a entender por mucho que le dé vueltas al asunto. Vincenzo, en un contexto puramente político, también puede simbolizar el afán italiano por reelegir a Berlusconi toda vez que parece que su carrera política está muerta y enterrada, eso que cada vez que pregunto a algún amigo de esa nacionalidad no para de echar pestes sobre il cavaliere. Nuevamente, incomprensible.
Esta misma expresión es la que sucedió al enfado y la frustración inicial al conocer a botepronto los primeros datos de la jornada electoral de ayer. Del cabreo a la chanza, de otro modo solo cabe exiliarse. Y es que el primer pensamiento fue para alinearme con Sánchez Dragó en aquella antológica renuncia a su propia nacionalidad. Pensar que miles de jóvenes (y no tan jóvenes) han dormido en las calles, proponiendo un ejercicio necesario de revitalización política para toparse con que la reacción general ha sido la de volver a los viejos vicios, a lo malo conocido, a dejar los gobiernos locales en manos de los co-autores materiales de que las cosas estén como estén... es para lamentar profundamente el haber sido nacido español.
Al menos el movimiento por una democracia real ha decidido plantarse una semana más. Sin embargo, no veo la conexión con las instituciones; es decir, no veo cómo un nutrido grupo de personas, que no representan a la mayoría por mucha visibilidad que tengan - y lo digo con todo el dolor de mi corazón pues yo sí me veo representado -, van a lograr por el mero hecho de acampar en un espacio público que se pongan cotas a la barra libre en que se han convertido nuestras instituciones, auténticos prostíbulos donde lo público se emplea para satisfacción de lo privado, en menor o mayor amplitud.
Me explico aún más: la táctica de los grandes dirigentes de ignorar a los manifestantes para ver si se desmovilizan solos, de momento, les está funcionando. Para poder negociar, uno debe contar con una posición lo suficientemente fuerte como para plantear ceder algo para recibir otra cosa a cambio. No veo a los dirigentes de PP, PSOE y cía preocupados, más bien fascinados por lo pintoresco y descojonados desde sus parcelas de poder recién reestrenadas porque, a la postre, el sistema cuenta con los suficientes peones, con el número exacto de Vincenzos (o Pepes o Juanes o Wenceslaos), para legitimar lo ilegítimo (p.ej. esa larga lista de imputados por corrupción que hoy vuelven a levantarse arropados por el manto de la impunidad).
Queda por ver qué harán los manifestantes, que haremos los miles de indignados que esta mañana hemos abierto los periódicos preguntándonos cómo nuestros conciudadanos pueden ser tan... ¿De verdad esto es el comienzo de algo? ¿De qué sirve meter ruido si a la primera oportunidad de asestar un mazazo al sistema resulta que nuestro grito solamente se escuchaba en el desierto? Francamente, España, esperaba un poco más. Al menos me queda el consuelo de todos esos que, votando a otras opciones o manifestándose, aún creen que el poder reside en el pueblo. Para todos los demás, enhorabuena por seguir echando de comer perlas a los cerdos.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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