XXXI Marcha a Rota

sábado, 28 de mayo de 2011

LA SUCIEDAD DEL SISTEMA



(Un artículo de la escritora Sara Rosenberg para inSurGente).-

Hoy (27 de mayo) después de la feroz represión policial en Barcelona que dejó más de cien heridos, las plazas han vuelto a llenarse. En Sol todos agitaban manos y flores, muchos gira-soles, y al grito de Barcelona no está sola, se pedía la dimisión del consejero (Puig) y la indignación crecía como una ola y vencía con dignidad y solidaridad la violencia del sistema.


Si pretendían intimidarnos han conseguido exactamente lo contario. “No nos representan” y “no tenemos miedo” en miles de voces que saben que el pueblo unido jamás será vencido, lo decían claramente.

Sin embargo, además de la emoción que produce saber que no estamos solos y somos capaces de resistir los repugnantes métodos de la represión, la porra y las palizas, algo notable estaba pasando en el desenmascaramiento del discurso del poder.

EL consejero de la generalitat en su discurso de justificación de la violencia argumentó sin cesar la necesidad de LIMPIAR de “esos elementos” la plaza, habló de necesidades de SALUD pública, de HIGIENE, y lo repitió insistentemente, como si las movilizaciones ciudadanas por la justicia y la dignidad fueran una enfermedad o un virus peligroso.

También Artur Mas repitió en su discurso la palabra LIMPIEZA y habló de controlar la SALUD pública, justificando los golpes y el atropello brutal a los compañeros acampados.

Coinciden también estos discursos con la visita a Sol de inspectores de sanidad enviados por el gobierno, que sólo pudieron comprobar lo sanos que estamos y lo bien que funcionan la comisiones de trabajo encargadas de esos temas (Alimentación, limpieza, etc.).

La organización de las acampadas demuestra con creces la capacidad de organización, una organización capaz de cubrir todas las áreas necesarias en esta pequeña ciudad democrática dentro de la ciudad autoritaria.

Pero las palabras no son inocentes. “Salud pública”, “higiene” y “limpieza” son palabras cargadas. Terriblemente cargadas.

Usarlas implica que hay un cuerpo o un grupo enfermo, que debe ser puesto al margen. Son palabras que provienen de la medicina autoritaria, de la discriminación, del racismo, y del concepto tremendo que los nazis ya utilizaron para segregar y asesinar a todos aquellos que les molestaban. Cuidado con las palabras de los señores consejeros y presidentes:

En las plazas de España no hay ninguna enfermedad. Al contrario, la salud es excelente.

En las plazas de España la salud se expresa en la decisión insoslayable de luchar por nuestros derechos humanos básicos: trabajo (digno), educación (laica y gratuita), salud (pública), vivienda.
En las plazas de España la buena salud se expresa en la decisión de hacer justicia. De luchar por la justicia. Y la buena salud es imaginativa, tanto como para saber cómo construir otro mundo, porque otro mundo es posible y necesario.

En las plazas de España la salud es fabulosamente sana, cuando ha decidido luchar contra la enfermedad profunda del sistema capitalista: la corrupción en estado de metástasis.

En las plazas de España hay un limpieza absoluta, una transparencia constante, un crecimiento imparable, un enorme aprendizaje de la salud civil, que ya no tiene vuelta atrás. Es la salud infinita entre iguales que se han puesto en marcha.

Por eso, esas palabras no son inocentes, ni están en el discurso del poder de manera inocente. La higiene que el poder ejercita es la única higiene que conoce: la de violencia y la represión contra el pueblo que dice levantando las manos “estas son nuestras armas”, las saludables y cada vez más numerosas manos que se alzan. Y sobre todo la salud enorme de seguir adelante sin miedo

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