
Es común en mucha gente decir que la religión y la política no se pueden mezclar. También oímos opiniones que acusan al gobierno bolivariano de ser ideologizante o ideologizador, cuando de proyectos educativos se trata.
Todo proceso educativo es ideológico; bien sea en la escuela o en la casa, en la calle y a través de la televisión o la publicidad. Las religiones no se escapan de esa tarea de ideologizar mediante la enseñanza de su doctrina y en la participación en sus rituales.
Creer en el destino ya escrito o determinado, atribuir a las divinidades el poder o influencia sobre los acontecimientos históricos o eventos naturales y/o sostener que el signo zodiacal dictamina nuestra vida, señalan la conciencia mágica y desmontan todo un entramado ideológico que obedece a fines de alienar a las personas.
La conciencia mágica es la actitud de negar la autonomía de la humanidad en los procesos históricos y es el desconocimiento de los ciclos propios de la naturaleza. Ésta confunde la espiritualidad con la sumisión o esclavitud a los chamanes, normas y símbolos que fungen como mediaciones entre lo sobrenatural y lo terrenal.
Desde que el Edicto de Milán (313 d.C.) amparó y avaló la oficialidad del cristianismo como religión del Imperio Romano; los dirigentes de la naciente iglesia asimilaron el estilo de vida de la élite de poder de esos tiempos hasta convertirse en el transcurrir de la historia en una institución con amplia capacidad y potestad en las decisiones políticas, sistema moral y cultural, posturas científicas y control de la educación.
Aquellas enseñanzas y orientaciones revolucionarias planteadas por Jesús de Nazaret y plasmadas en el Nuevo Testamento, quedaron aisladas en el tiempo y en las formas, por la praxis lucrativa e inquisidora de los jerarcas católicos y sus aliados dominadores.
En el título de este artículo sugerimos la noción de Teología de la Liberación como Trinchera de la Izquierda. Esto lo sostenemos a partir de uno de los datos esenciales o nucleares del Proyecto Programático de la Praxis de Jesús; es decir, la opción fundamental y clara por el Hombre en situaciones históricas de explotación, exclusión, discriminación, opresión y alienación.
Situaciones en fin, de injusticia y de perversión generada por los sistemas de poder; llámese Estado, Tradición y Religión. Es por eso que cuando Jesús de Nazaret curaba a los enfermos o daba pan a los hambrientos, ocasionaba disgusto y se constituía en un peligro para aquellos que costeaban su ritmo de vida a expensas de esos pobres necesitados de salud y de alimento.
Los sumos sacerdotes y los fariseos argumentaban que la causa de la enfermedad estaba en el pecado y por consiguiente “dios” requería de ofrendas para cambiar la suerte de quienes padecían sufrimientos en el cuerpo. Por su puesto que los líderes religiosos gozaban de las dádivas y limosnas del pueblo y lo hacían en el nombre de “dios”.
Si algo tienen en común el Mensaje Cristiano Genuino y la interpretación de la Praxis de Jesús con las Propuestas Sociales, Políticas, Económicas, Culturales y Educativas expuestas por la Izquierda y Corrientes de Avanzada y ya experimentadas en algunas latitudes; es profundamente el espíritu humanista como eje constructor de realidades de justicia social para la paz, de desmontaje de la opresión para la liberación de la historia y de la existencia y especialmente, está en común la tarea de alimentar sueños e impulsar espacios que alcancen las utopías y alienten la esperanza de los Pobres
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